“Aprendí que para tener acceso al pueblo brasileño hay que entrar por la puerta de su inmenso corazón; permítanme, pues, que llame suavemente a esa puerta”. Hace un año, exactamente el 22 de julio, llegaba a Río de Janeiro el Papa Francisco y llamaba diciendo: “Pido permiso para entrar y pasar esta semana con ustedes. No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo”. Nadie podía imaginar lo que estaba por ocurrir, porque nadie lo conocía lo suficiente. Pero hoy, después de un año, se puede decir que aquel encuentro puso un sello, cambió el aire, cambió el corazón de mucha gente.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón