El papa Francisco está realizando un apretado y delicadísimo viaje a Tierra Santa. Llegó ayer al mediodía a Jordania, y, después de entrevistarse con las autoridades, abordó el primero de los 14 discursos que desarrollará en menos de tres días. En la homilía de la misa en el estadio de Ammán describió la paz no como un regalo, sino como una construcción paciente y artesanal de pequeños gestos. Tras visitar el rincón del Jordán donde la tradición sitúa el bautismo de Jesús, se reunió con refugiados y discapacitados. En menos de un día, Francisco había desarrollado tres líneas básicas de su pontificado: intervino a favor de la paz en el territorio más castigado el planeta; enfatizó su defensa de la vida humana, resaltando la dignidad de los refugiados y discapacitados; y acompañó a la minoría cristiana en el mundo árabe, tan perseguida como olvidada por Occidente.
Belén y Jerusalén son las dos etapas de hoy. En helicóptero el Papa habrá llegado a Palestina sin pasar por la frontera de Israel, celebrará una misa con los cristianos del lugar y se reunirá con la Autoridad Palestina. El secretario de Estado, Piero Parolin, ha resumido la posición del Vaticano en esta gira: la defensa del "derecho del pueblo palestino a gozar a una patria soberana e independiente" es compatible con el "derecho de Israel a existir y gozar de paz y seguridad en los confines internacionalmente reconocidos". La estancia en Palestina de Francisco tiene una clara proyección religiosa, ya que la comunidad cristiana en esta zona, históricamente importantísima, está en dificultades desde que Hamas tomó el control de Gaza y es cada vez más determinante, y excluyente, entre los palestinos.
Llegará Francisco a Jerusalén hoy por la tarde y enseguida se encontrará con Bartolomé I, patriarca ortodoxo de Constantinopla. Ambos firmarán un documento y presidirán una celebración en la basílica del Santo Sepulcro. Este es el objetivo explícito del viaje: profundizar en el sentido ecuménico del encuentro que Pablo VI y el patriarca Atenágoras tuvieron en el mismo lugar hace 50 años, en enero de 1964, primera reunión cara a cara entre un pontífice católico y un Patriarca grecoortodoxo desde el cisma de Oriente.
Según ha declarado el cardenal Parolin, el encuentro entre Francisco y Bartolomé I quiere subrayar dos cosas: que los lugares cristianos en Tierra Santa no son piedras de museo, sino que acogen a una "comunidad cristiana viva" y que están a disposición de sus conciudadanos para "construir conjuntamente una patria libre, justa y democrática". De ahí la visión del "carácter sacro y universal de Jerusalén como herencia cultural y religiosa y como lugar de peregrinación de las tres religiones monoteístas".
La búsqueda del ecumenismo entre las tres religiones de Abraham se visualizará en los encuentros que Francisco mantendrá mañana en el muro de las Lamentaciones, el memorial del Holocausto y la explanada de las Mezquitas, en un día que incluye la misa y un encuentro con religiosos y seminaristas en Getsemaní. Los acompañantes argentinos de Francisco en esta gira, el rabino Skorka y el líder musulmán Abbud, refuerzan el ecumenismo de una paz que Francisco defiende a pecho descubierto, con la autenticidad que le caracteriza y con una suma de pequeños gestos de radicalidad cristiana. "Los gestos de humildad, de fraternidad, perdón y reconciliación -dijo ayer- son premisa y condición de una paz genuina, sólida y duradera".
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