España siempre se ha caracterizado por ser un pueblo solidario con los más desfavorecidos, especialmente en estos años de crisis en los que tantas familias atraviesan serias dificultades económicas como consecuencia del desempleo. Prueba de ello es que la Iglesia recibió un total de 249 millones de euros en el ejercicio fiscal de 2013 gracias a los nueve millones de contribuyentes que, voluntariamente, marcaron su casilla en la última declaración del IRPF. Dicha cuantía ha aumentado en dos millones de euros respecto a la campaña precedente. De hecho, esta asignación apenas ha caído un 1 por ciento desde que estalló la crisis, pese al desplome generalizado de la recaudación fiscal, mientras que el número de declaraciones a favor de la Iglesia ha crecido en 150.000 en el último lustro.
Tales cifras demuestran, por un lado, que la solidaridad de los españoles, lejos de reducirse, aumenta en los momentos de mayor adversidad, cuando realmente se necesita, y, por otro, que los contribuyentes confían plenamente y cada vez más en la fundamental labor que desempeña la Iglesia católica, no sólo a nivel religioso sino también social. Gracias a esta generosidad son muchas las personas que han recibido todo tipo de asistencia a través de las numerosas acciones que desarrolla año tras año esta institución para ayudar a los más pobres y necesitados. Cáritas, sin ir más lejos, atendió a cerca de dos millones de personas dentro de su programa de primera acogida de ayuda alimentaria y de ropa, además de ofrecer oportunidades de formación y empleo a decenas de miles de parados. La elevada solidaridad que ha mostrado España en los últimos años, a pesar de que la crisis ha golpeado con una dureza inusitada al conjunto del país, es un síntoma inequívoco de nobleza espiritual y cohesión social de la que no puede presumir todo el mundo.
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