El ser humano, que es un ser-en-el-tiempo (Heidegger), no puede dejar de proyectar su futuro. Empresas, instituciones, gobiernos, ONGs, igual que las personas, lo hacen compulsivamente: proyectan "escenarios" para anticipar los cambios en el "contexto" en el que actúan y planificar en consecuencia. Pero incluso tras los escenarios más técnicos —el mercado energético mundial o el calentamiento global, por ejemplo— se esconden premisas/variables que no controlamos —en primer lugar, el factor humano, nuestra propia actuación (principio de incertidumbre)—. Cuanto más complejo el escenario, más contradictorio. Por eso, explorar el futuro es entrar, con Borges, en “el jardín de senderos que se bifurcan”.
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