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PRENSA

Mi esposa

Salvador Sostres
28/07/2013 - El Mundo

Hacía días que no éramos capaces de mantener una conversación sin enredarnos en una u otra discusión, siempre leve pero muy molesta, y la situación estaba empezando a ser desmoralizante para los dos. Sin embargo, y a pesar de que luego no era capaz de contenerme para tratar de evitar el siguiente mal humor, me emocionó profundamente de ella, durante todo este tiempo, el cuidado con que intentaba que las discusiones no fueran nunca a más, la paciencia con que reanudaba el diálogo con la mejor voluntad posible por ver si éramos capaces de avanzar a pesar de su torpeza y de la mía. Algunas veces quise enfadarme con ella pero nunca pude. Llegó un momento en que de un lado casi todo lo que hacía o decía me irritaba y del otro sentía que la quería con todo mi amor y toda mi razón, como jamás había amado a nadie, ni a ella misma. No sabía cómo hacer promedio entre los dos sentimientos, tan encontrados, hasta que la mañana de un miércoles cualquiera, todavía en la cama, acabados de despertar, le dije que la quería y que estaba intensamente enamorado de ella; que la necesitaba, que con ella todo lo tenía y sin ella todo me faltaba. Algunos matrimonios, le dije, admiten que el amor que antes se tenían se vehicula luego a través de los hijos. «Tú sabes lo que quiero a nuestra hija y hasta qué punto es el centro de nuestras vidas. Pero tú eres mi mujer, libremente te elegí, y saber que estás es mi forma de ser libre, y feliz. Dios nos ha agraciado con una niña fantástica y todo vamos a dárselo, incluso la vida si es el caso. Pero no espero nada de ella, porque así es la vida, y cuando sea la hora emprenderá su camino, como así tiene que ser y será».
Ella me miraba con su cara hinchada de las mañanas, la que más me agrada, y me dijo que nunca le había hablado tan serio ni diciéndole cosas tan bonitas.
Refundemos todos los matrimonios volviéndole a decir a nuestras esposas lo que San José le dijo a la suya: «Tú eres mi mujer, tu eres mi esposa, tú eres María». Los niños son el fruto pero el amor con que amamos a nuestras esposas y maridos es el amor fundamental y creativo en el que se basa la Historia de la Humanidad. El amor que protege y da sentido y camino a los hijos, y les prepara para amar y dar vida, muchos años más tarde, como si fueran los primeros padres del mundo.

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