Justo antes de que me volviera loco esperando conocer los resultados electorales mi mujer me mandó a por pan.
De camino al Opencor consulté impaciente varias veces mi iPhone por ver si me llegaba el anticipo de algún resultado; contesté mensajes de otros amigos igual de desesperados, andaba absorto y en nada me fijaba hasta que me despacharon un par de baguets acabadas de hacer y recordé que el mundo es un lugar maravilloso en el que siempre hay pan cuando vas a comprarlo.
Hemos olvidado que son muchas más las cosas que funcionan que las cosas que podrían ir mejor. Vivimos angustiados porque ser desagradecido es la brutalidad más atroz.
Cuando tu mujer te mande a por pan, piensa en la brillante perfección de un mundo que sólo puede ser obra de Dios.
Da las gracias como en una oración.
Gracias a Dios sean dadas por el pan tierno y por el agua helada; por la precisión de los semáforos, por las aceras anchas, por la elegancia de los perros dálmata.
Gracias, Señor, por la gracia de mi mujer desmaquillándose, por la noche crepitando en el parqué, por la familia como institución sagrada, por la lluvia en los cristales, por los bares de hotel.
Gracias por los amigos a los que hacemos enfadar pero que nos quieren mucho y todo saben perdonarlo. Gracias por la rabia. Gracias por la memoria. Gracias por la esperanza. Gracias por la ternura que salva y cura. Gracias, buen Dios, por la compasión que nos rescata de la barbarie.
Gracias por el increíble instante de abrir los ojos cada mañana, por los paseos con mi hija y por cuando se sienta a mi lado en el sofá mirando atentamente sus libros como si ella también trabajara.
Gracias por la hora de cenar, por las mesas bendecidas y por las noches mágicas, por el ibuprofeno reparador, por el sonido de cada palabra. Gracias por la sintaxis y por el desodorante.
Gracias, Señor, por perdonarnos cuando nos quejamos, por no tenernos en cuenta los dones que hemos desperdiciado, por seguir queriéndonos a pesar de lo mucho que te hemos decepcionado y por todavía mandarnos genios de vez en cuando.
Gracias por las ideas, por la capacidad de esfuerzo, por el trabajo como concepto, por hacerte presente cuando todo parece perdido y olvidado, en la cala más recóndita del Mediterráneo o en una noche de domingo electoral cuando nuestra esposa nos manda a comprar pan.
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