El Santo Padre auspiciaba que del Sínodo brotase un “fuego” como fue para él la experiencia del Concilio. Me parece que el trabajo ha sido verdaderamente intenso: se han debatido cuestiones muy importantes, pensemos por ejemplo en las relaciones entre dones jerárquicos y dones carismáticos, y hemos vuelto, equilibradamente, sobre el tema de la familia, o sobre las relaciones con el Islam. Creo que este Sínodo, si tenemos la paciencia de llevarlo a nuestras iglesias y digerirlo juntos, puede marcar un paso serio en la dirección de la nueva evangelización… Lo que ya es evidente es que ha reafirmado la comunión entre nosotros los obispos y el afecto y la estima en relación al Santo Padre y a su extraordinario Magisterio…..
Mi augurio es que los cristianos podamos vivir tan profundamente la belleza y la plenitud, la bondad y la verdad de la relación con el Señor, que permitamos que se transparente en todos los contextos en los que vivimos. Que la nueva estación a la cual nos reclama el Año de la Fe, sea realmente, por la potencia del Espíritu, más visible, sobre todo en nuestra cansada Europa…..
Yo pienso que un “primavera cristiana” ya está floreciendo. Quizás el Año de la Fe y el Sínodo deben ayudarnos a subrayar más el “nosotros” de la fe. Debemos tener más coraje en la comunión, llegando, como dice San Pablo, “a sobrellevarnos unos a otros con amor” cuando sea necesario: porque la unidad es la gran condición para hacer florecer la nueva evangelización
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