Alguien puede pensar que es una frivolidad escribir sobre los católicos chinos mientras el euro amenaza derrumbe, cuando los talibanes pueden recuperar Afganistán y los Estados democráticos legislan como si fueran los amos de la vida y de la muerte. Total, ¿cuántos son?, ¿qué puede depender de ellos? Y sin embargo el Gobierno de Pekín gasta mucha energía en amedrentarlos y someterlos. Los nuevos banqueros del mundo pueden ser elásticos con el libre mercado pero no están dispuestos a soltar la rienda de la libertad religiosa, especialmente si se trata de los católicos, esas gentes extrañamente vinculadas al obispo vestido de blanco en Roma.
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