Beauvois no hace trampas en esta fábula moral, no fuerza el sentimentalismo, nos hace entender profundamente la complejidad emocional y las dudas de este grupo amenazado por una situación límite, su espiritualidad y sus necesidades terrenales. Todo resulta creíble y turbado, incluido su reparto, en el que vuelve a deslumbrar el anciano Michael Lonsdale, uno de los mejores actores que ha dado el cine. Y sales conmovido con la historia de estos religiosos. Palabra de agnóstico.
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