Es imposible que un pueblo pueda desarrollarse en lo económico, si en él surgen tensiones sociales fuertes. Es también imposible que pueda avanzar con soltura en actividades productivas competitivas, la nación que ofrezca una población cada vez más envejecida. He aquí que sobre ambas cuestiones se ha pronunciado, en su reciente viaje a España Benedicto XVI. La oportunidad de leer sus palabras desde el marco de la economía parece bastante necesario.
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