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MAGISTERIO

«Estamos en camino hacia la resurrección»

Francisco
09/12/2013 - Audiencia general (4 de diciembre de 2013)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy vuelvo una vez más a la afirmación «Creo en la resurrección de la carne». Se trata de una verdad no sencilla y para nada obvia, porque, viviendo inmersos en este mundo, no es fácil comprender las realidades futuras. Pero el Evangelio nos ilumina: nuestra resurrección está estrechamente relacionada con la resurrección de Jesús. El hecho de que Él resucitó es la prueba de que existe la resurrección de los muertos. Desearía, entonces, presentar algunos aspectos referidos a la relación entre la resurrección de Cristo y nuestra resurrección. Él resucitó, y porque Él resucitó también nosotros resucitaremos.

Ante todo, la Sagrada Escritura misma contiene un camino hacia la fe plena en la resurrección de los muertos. Ésta se expresa como fe en Dios creador de todo el hombre —alma y cuerpo—, y como fe en Dios liberador, el Dios fiel a la alianza con su pueblo. El profeta Ezequiel, en una visión, contempla los sepulcros de los deportados que se vuelven a abrir y los huesos secos que vuelven a vivir gracias a la infusión de un espíritu vivificante. Esta visión expresa la esperanza en la futura «resurrección de Israel», es decir, en el renacimiento del pueblo derrotado y humillado (cf. Ez 37, 1-14).

Jesús, en el Nuevo Testamento, conduce a su realización esta revelación, y vincula la fe en la resurrección a su persona y dice: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11, 25). En efecto, será Jesús Señor quien resucitará en el último día a quienes hayan creído en Él. Jesús vino entre nosotros, se hizo hombre como nosotros en todo, menos en el pecado; de este modo nos tomó consigo en su camino de regreso al Padre. Él, el Verbo encarnado, muerto por nosotros y resucitado, dona a sus discípulos el Espíritu Santo como anticipo de la plena comunión en su Reino glorioso, que esperamos vigilantes. Esta espera es la fuente y la razón de nuestra esperanza: una esperanza que, si se cultiva y se custodia, —nuestra esperanza, si nosotros la cultivamos y la custodiamos— se convierte en luz para iluminar nuestra historia personal y también la historia comunitaria. Recordémoslo siempre: somos discípulos de Aquél que vino, que viene cada día y vendrá al final. Si lográsemos tener más presente esta realidad, estaremos menos cansados de lo cotidiano, menos prisioneros de lo efímero y más dispuestos a caminar con corazón misericordioso por el camino de la salvación.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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