Queridos hermanos y hermanas
Buenos días.
Es bello estar aquí con ustedes. Es bello. Ya desde el principio, al programar la visita a Brasil, mi deseo era poder visitar todos los barrios de esta nación. Habría querido llamar a cada puerta, decir «buenos días», pedir un vaso de agua fresca, tomar un «cafezinho» —no una copa de orujo—, hablar como amigo de casa, escuchar el corazón de cada uno, de los padres, los hijos, los abuelos... Pero Brasil, ¡es tan grande! Y no se puede llamar a todas las puertas. Así que elegí venir aquí, a visitar vuestra Comunidad; esta Comunidad que hoy representa a todos los barrios de Brasil. ¡Qué hermoso es ser recibidos con amor, con generosidad, con alegría! Basta ver cómo habéis decorado las calles de la Comunidad; también esto es un signo de afecto, nace del corazón, del corazón de los brasileños, que está de fiesta. Muchas gracias a todos por la calurosa bienvenida. Agradezco a los esposos Rangler y Joana sus cálidas palabras.
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