Venerados Hermanos,
queridos hermanos y hermanas
Hoy, Miércoles de Ceniza, comenzamos un nuevo camino cuaresmal, un camino que se extiende por cuarenta días y nos conduce al gozo de la Pascua del Señor, a la victoria de la vida sobre la muerte. Siguiendo la antiquísima tradición romana de las stationes cuaresmales, nos hemos reunido para la celebración de la Eucaristía. Esta tradición establece que la primera estación tenga lugar en la Basílica de Santa Sabina, sobre la colina del Aventino. Las circunstancias han aconsejado que nos reunamos en la Basílica Vaticana. Somos un gran número en torno a la tumba del apóstol Pedro, para pedirle también su intercesión para el camino de la Iglesia en este momento particular, renovando nuestra fe en el Supremo Pastor, Cristo el Señor. Para mí, es una ocasión propicia para agradecer a todos, especialmente a los fieles de la Diócesis de Roma, al disponerme a concluir el ministerio petrino, y para pedir un recuerdo particular en la oración.
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