Señores cardenales, venerados hermanos en el episcopado y el sacerdocio, queridos hermanos y hermanas:
Me alegro de acogeros con motivo de la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia en la celebración de un doble trigésimo aniversario: el de la Exhortación Apostólica Familiaris Consorcio, publicada el 22 de noviembre de 1981 por el beato Juan Pablo II y el del mismo Dicasterio por él instituido el 9 de mayo precedente con el “Motu proprio” Familia a Deo instituta, como signo de la importancia de la pastoral familiar en el mundo y, al mismo tiempo, instrumento eficaz para ayudar a promoverla a todos los niveles (cfr. Juan Pablo II, Familiaris Consorcio, 73). Saludo cordialmente al Cardenal Ennio Antonelli, agradeciéndole las palabras con las que ha introducido nuestro encuentro, así como al Secretario, a los demás colaboradores y a todos vosotros aquí reunidos.
La nueva evangelización depende en gran parte de la Iglesia doméstica (cfr., ibid., 65). En nuestro tiempo, al igual que en épocas pasadas, el eclipse de Dios, la difusión de ideologías contrarias a la familia y la degradación de la ética sexual se encuentran relacionados entre sí. Así como están relacionados el eclipse de Dios y la crisis de la familia, la nueva evangelización es inseparable de la familia cristiana. De hecho, la familia es el camino de la Iglesia porque es "espacio humano" del encuentro con Cristo. Los cónyuges, "no sólo reciben el amor de Cristo, convirtiéndose en comunidad salvada, sino que también están llamados a transmitir a los hermanos el mismo amor de Cristo, convirtiéndose en comunidad salvadora" (ibid.,49). La familia fundada en el sacramento del matrimonio es actuación particular de la Iglesia, comunidad salvada y salvadora, evangelizada y evangelizadora. Al igual que la Iglesia está llamada a acoger, irradiar y manifestar en el mundo el amor y la presencia de Cristo. La acogida y la transmisión del amor divino se realizan en la entrega recíproca de los cónyuges, en la procreación generosa y responsable, en el cuidado y en la educación de los hijos, en el trabajo y en las relaciones sociales, en la atención a los más necesitados, en la participación en las actividades eclesiales, en el compromiso social. La familia cristiana, en la medida en la que, a través de un camino de conversión permanente sostenido por la gracia de Dios, es capaz de vivir el amor como comunión y servicio, como don recíproco y apertura a todos, refleja en el mundo el esplendor de Cristo y la belleza de la Trinidad divina. San Agustín tiene una célebre frase: «immo vero vides Trinitatem, si caritatem vides», «tú ves la Trinidad, si ves la caridad» (De Trinitate, VIII, 8). La familia es uno de los lugares fundamentales en los que se vive y se educa en el amor, en la caridad.
Siguiendo la estela de mis predecesores, también yo he exhortado muchas veces a los esposos cristianos a evangelizar tanto con el testimonio de la vida como con la participación en las actividades pastorales. Lo he hecho recientemente, en Ancona, con motivo de la clausura del Congreso Eucarístico Nacional italiano. Allí quise encontrar conjuntamente a los esposos y a los sacerdotes. De hecho, los dos sacramentos llamados «del servicio de la comunión» (CCC, n. 1534), orden sacerdotal y matrimonio, son reconducidos hacia la única fuente eucarística. «Ambos estados de vida tienen, de hecho, en el amor de Cristo, que se dona a sí mismo por la salvación de la humanidad, la misma raíz; están llamados a una misión común: la de testimoniar y hacer presente este amor al servicio de la comunidad para la edificación del pueblo de Dios. Esta perspectiva permite ante todo superar una visión reducida de la familia que la considera una mera destinataria de la acción pastoral. [...] La familia es riqueza para los esposos, bien insustituible para los hijos, fundamento indispensable de la sociedad, comunidad vital para el camino de la Iglesia» (Discurso a los sacerdotes y a las familias, 11 de septiembre de 2011). En virtud de esto «la familia es el lugar privilegiado de educación humana y cristiana y sigue siendo, por esta finalidad, la mejor aliada del ministerio sacerdotal. [...] Ninguna vocación es una cuestión privada, tampoco la del matrimonio, porque su horizonte es la Iglesia entera» (ibid.).
Existen ámbitos en los que es especialmente urgente el protagonismo de las familias cristianas en colaboración con los sacerdotes y bajo la guía de los obispos: la educación de los niños, adolescentes y jóvenes en el amor, entendido como donde sí mismos y comunión; la preparación de los novios a la vida matrimonial con un itinerario de fe; la formación de los conyuges, especialmente de los matrimonios jóvenes; las experiencias asociativas con finalidades caritativas, educativas y de compromiso social; la pastoral de las familias para las familias, dirigida a todo el arco de la vida, valorando el tiempo del trabajo y de la fiesta.
Queridos amigos, nos preparamos al VII Encuentro Mundial de las Familias que tendrá lugar en Milán del 30 de mayo al 3 de junio de 2012. Será para mí y para todos nosotros una gran alegría volvernos a encontrar, rezar y festejar con las familias venidas de todo el mundo, acompañadas por sus pastores. Agradezco a la Iglesia ambrosiana el gran esfuerzo realizado hasta ahora y el de los próximos meses. Invito a las familias de Milán y de Lombardía a abrir las puertas de sus casas para acoger a los peregrinos que vendrán de todo el mundo. En la hospitalidad experimentarán alegría y entusiasmo: es bonito conocer y trabar amistad, hablar de las vivencias de la familia y de las experiencias de fe a ella vinculada. En mi carta de convocatoria al encuentro de Milán pedía «un adecuado itinerario de preparación eclesial y cultural», para que el evento sea fructuoso e implique de forma concreta a las comunidades cristianas de todo el mundo. Mi agradecimiento a todos los que han realizado iniciativas en este sentido e invito a quien todavía no lo ha hecho, a hacerlo en los próximos meses. Vuestro Dicasterio ha preparado un inestimable material con catequesis sobre el tema «la familia: el trabajo y la fiesta»; además ha ideado para las parroquias, las asociaciones y los movimientos una propuesta de «semana de la familia» y se esperan otras iniciativas.
Gracias de nuevo por vuestra visita y por el trabajo que desarrolláis en favor de las familias y al servicio del Evangelio. Mientras os aseguro mi recuerdo en la oración, imparto de corazón a cada uno de vosotros y a vuestros seres queridos una especial Bendición Apostólica.
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