Queridos hermanos y hermanas:En esta Santa Misa que tengo el gozo de presidir, concelebrando con numerosos Hermanos en el Episcopado y con un gran número de sacerdotes, doy gracias al Señor por todas las queridas familias aquí reunidas, y por tantas otras que se unen a nosotros por medio de la radio y la televisión. Gracias particularmente al Cardenal Josip Bozanic, Arzobispo de Zagreb, por sus cálidas palabras al inicio de la Santa Misa. Saludo a todos y les expreso mi gran afecto, junto con un abrazo de paz. Hemos celebrado hace poco la Ascensión del Señor, y nos preparamos para recibir el gran don del Espíritu Santo. Hemos escuchado en la primera lectura cómo la comunidad apostólica estaba reunida en oración en el Cenáculo, con María, la madre de Jesús (cf. Hch 1,12-14). Esto es un retrato de la Iglesia, que hunde sus raíces en el acontecimiento pascual. En efecto, el Cenáculo es el lugar en el que Jesús instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio, en la Última Cena; y donde, resucitado de entre los muertos, derramó el Espíritu Santo sobre los Apóstoles la tarde de Pascua (cf. Jn 20,19-23).
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón