Él vino como niño para quebrar nuestra soberbia. Tal vez nosotros capitularíamos antes frente al poder o la sabiduría. Pero Él no ha querido nuestra capitulación, sino nuestro amor.
Él quiere librarnos de nuestra soberbia y así hacernos efectivamente libres. Dejemos, pues, que la alegría tranquila de este día penetre en nuestra alma. Ella no es una ilusión. Es la verdad. Pues la verdad, la última, la auténtica, es hermosa. Y, al mismo tiempo, es buena.
El encontrarse con ella hace bueno al hombre. Ella habla a partir del Niño, el cual, sin embargo, es el propio Hijo de Dios.
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