¿Cómo empezar a hablar del nuevo trabajo de uno de los grandes como Springsteen? Hay una única forma: escucharlo e intentar identificar qué nos quiere decir (letra) y cómo (música). Sí, porque ambos componentes son inseparables cuando se trata de los llamados cantautores: lo que dicen las palabras es importante, quizá sobresalga la música por importancia, pero es su unión con la voz que canta lo que la convierte en algo más grande que una poesía o una proclama.
A pesar de no ser fan de Springsteen, trato de documentarme y empiezo a escuchar. Descubro así que el álbum (12 canciones) es un mix de covers – temas ya tocados en vivo –, cortes que fueron descartados en otros discos del Boss, viejas canciones retocadas y alguna que otra pieza original. Descubro también la presencia de una nutrida E-street Band, con algunos fragmentos ya grabados antes de la desaparición de Clarence Clemons y Danny Federici. Y finalmente descubro la presencia (en ocho de los 12 temas) de Tom Morello, guitarrista rockero que se unió a Springsteen durante el tour australiano de 2013, en sustitución de Steve Van Zandt, dedicado temporalmente a otros trabajos. El propio Springsteen explica que «Tom y su guitarra se han convertido en mi musa, haciendo que este proyecto cambie de nivel». Una presencia con cuerpo, que enriquece y endurece el sonido de la banda con sus riff y sus solos, realmente convincentes. Motivados también por el hecho – como ha reconocido Morello – de ser un gran fan del Boss. ¡Bingo!
Avanzando en orden aleatorio, que no casual, los clásicos riff y la sonoridad de la E-Street Band se escuchan en primer plano en Just Like Fire Would y Frankie Fell in Love, seguramente las dos canciones más alegres de todo el disco. La impronta de Morello ya se hace notar en el tema de apertura, la rutilante High Hopes, un tema de los desconocidos californianos Havalinas y que Springsteen ya tocó en concierto a mediados de los años 90. Un himno a la esperanza, ya entonces de actualidad, y aún más actual y dramático treinta años después. Harry’s Place y Down in the Hole (muy mejorada esta última gracias a las hermosas armonías vocals de Patti Scialfa) son dos cortes no incluidos en el álbum posterior al 11-S, The Rising. En medio, la siempre intensa American Skin (41 shots), dedicada a la muerte de un joven a causa de 41 disparos recibidos por agentes de policía de Nueva York, a pesar de estar desarmado. La sexta canción es Heaven’s Wall, probablemente perteneciente a un proyecto de góspel nunca publicado y cuyas canciones acabaron repartiéndose entre varios trabajos. «Había una mujer en el pozo, que sacaba agua bajo el cielo azul del desierto. Dijo que esa agua cura al ciego, resucita de la muerte, cura todas las enfermedades». Le siguen los dos episodios más vinculados a una dimensión acústica, aunque de características radicalmente distintas. This Is Your Sword comienza con sugerencias irlandesas aunque inmediatamente vira hacia territorios más conocidos: los sonidos iniciales permanecen, pero el ritmo y la canción suenan al más puro estilo Springsteen. Hunter of Invisible Game es en cambio otro tipo de batalla, un vals con una variada contribución de arcos, centrado en la necesidad de un tú para poder seguir adelante: cuando «la fuerza es vanidad y el tiempo una ilusión, te oigo respirar, el resto es confusión, tu piel toca la mía, ¿qué más hay que explicar?».
Pero es la terna final la que representa el punto culminante de este trabajo. El décimo corte es una versión estremecedora de The Ghost of Tom Joad. En 1995, cuando esta canción se publicó en su álbum homónimo, Springsteen participó como invitado en el Festival de San Remo, él solo con su guitarra acústica, la armónica y la letra de esta canción, dando a entender a todos la diferencia que existe entre artista y esclavo del poder musical. Todos le acusaron de ser demasiado americano, ni siquiera los dramas de los que hablaba parecían preocuparles mucho. Hoy la profecía se cumple, al volver a proponer este tema, sus palabras y el desafío de esa guitarra pueden despertarnos, como ciertas grandes canciones del rock han conseguido hacer en la historia de los últimos 60 años. El solo final de Morello es de los que conviene incluir entre los solos más hermosos y sentidos del rock de los últimos años, porque además no se oyen muchos…
La guerra del Vietnam – otra herida abierta para Springsteen y para toda Norteamérica – aflora en The Wall, un homenaje a dos músicos del Jersey Shore que partieron a la guerra y no regresaron. Uno era el primer batería con el que Bruce tocó, y el segundo era el líder de una banda local en la que Springsteen se inspiró en su juventud. La canción es conmovedora, extremadamente intensa, y la interpretación es inmejorable.
Cierra el disco Dream Baby Dream, otro tema, esta vez del grupo punk Suicide, que ya tocó el Boss como un bis al final de algún que otro concierto. «Es un mantra», dice Springsteen, «y funciona, porque está llena de detalles narrativos y al final sólo son unas pocas frases repetidas que son la esencia de todo lo que he dicho y hecho a lo largo del concierto. Es una lección sobre lo que es una canción: es lo maravilloso de esta canción, tan sencilla y puramente musical».
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