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MUSICA

Un intento de meter la realidad en las canciones

Walter Muto
09/10/2012
La portada de <i>Babel</i>.
La portada de Babel.

Cuando empieza a haber un grupo de gente que ama locamente a una banda, y otra que no encuentra en ella nada de especial, o incluso la odia, eso significa que esa banda está dejando algún tipo de huella. La huella de Mumford & Sons es muy reciente, en sentido temporal, porque hace cinco años no existía. Recuerda un poco al Seattle de principios de los 90, cuando nace el concepto de lo grunge, con artistas como Laura Marling, Johnny Flynn o Noah and the Whale, entre otros, generándose una auténtica comunidad: los unos tocan con los otros, colaboran, a veces surgen historias de amor...

En este contexto nacen los Mumford & Sons que, después de su primer trabajo, Sigh no more en 2007, alcanzaron una inesperada y rapidísima popularidad, no sólo en Reino Unido, también en el resto de Europa y en el nuevo continente. Ahora sale su segundo trabajo, Babel.
Su música es un folk-rock que alterna momentos de combate sonoro con atmósferas más tranquilas y reflexivas. Las letras no ocultan las raíces cristianas de la banda. Tratan de meter la realidad – áspera, tensa y a veces con alguna mala palabra – en sus canciones.
Ya se han situado entre los primeros puestos de las listas de Gran Bretaña, en menos de una semana desde la publicación del álbum y pronto parece que pueden hacer lo mismo en Estados Unidos. ¿Se trata sólo de una moda? Yo creo que hay algo más. Pensemos en los americanos: las metáforas del Antiguo Testamento, la necesidad de purificación, el sentido del destino que permean las letras de esta banda siempre encuentran allí un gran reconocimiento. Y la música que emerge de este CD, y aún más de sus actuaciones en vivo, es verdadera música.

A grandes rasgos, la receta es la misma que en el primer trabajo: ritmos de polka desenfrenada o country-waltz en canciones que, al oírlas, no puedes evitar imaginártelas en vivo. La pedregosa voz de Marcus Mumford canta sobre la base de guitarra-bajo-banjo-pianoforte, a veces acompañada de otros instrumentos de cuerda o viento, con una tímida comparsa, en un par de cortes, de una guitarra distorsionada. Altos y bajos que se alternan y que ponen en evidencia que lo que más les importa es lo que están diciendo. Una serie de irregularidades rítmicas que, consiente o inconscientemente, no te dejan traquilo, te obligan a moverte, denotando siempre que la que manda es la letra.
No voy a analizar todas las canciones. Me gustan mucho Below my feet, con refinadas armonías vocales; la agresividad que aumenta progresivamente para luego se va por donde vino en Broken crown; la bella declaración de vida juntos contenida en Ghosts that we knew. Y también el singel, I will wait, especialmente la estupenda frase You forgive and I won’t forget. Cuando uno es perdonado, no lo olvida. Y los dos minutos de Reminder, sólo voz y guitarra acústica con su petición de un constant reminder / of where I can find her, un reclamo, un recuerdo constante de dónde puedo encontrar a mi amada.
Hace falta más tiempo para traducir y comprender bien las letras, que tal vez puedan ser objeto de una profundización mayor en el futuro. Me impresiona que todas ellas hacen pensar en una relación, van dedicadas a un “tú”. Suenan verdaderas, no artificiosas. La declaración final en Not with haste habla con bastante claridad: This ain’t no sham – I am what I am. No es una farsa: soy lo que soy.

Nota bene: no es obligatorio escuchar a los Mumford & Sons. Pero para el que los vaya a escuchar, conviene tener presentes algunas indicaciones sencillas. Se trata de canciones, un término que indica la unión entre música y palabras. Sin escuchar las palabras e intentar ensimismarse con el texto, estas canciones pierden gran parte de su significado. Dicho esto, musicalmente siempre pueden gustar o no. Pero para saberlo, hay que intentar ir hasta el fondo, no quedarse en la superficie.

Mumford & Sons
Babel
Island – 2012


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