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MUSICA

Bach, el milagro musical de la Pasión

Andrea Milanesi
01/04/2012

La obra que recorre el sacrificio de Cristo es de las más conocidas y valoradas entre las piezas del compositor alemán. De Getsemaní a la sepultura, un ritmo que marca los dramáticos acontecimientos a través de una síntesis perfecta entre melodía, armonía y palabra

En su libro De lágrimas y de santos, Emil Cioran escribe: «Cuando escuchas a Bach, ves a Dios nacer; su obra es generadora de divinidad. Después de un oratorio, una cantata o una Pasión, es necesario que Él exista. De otro modo, toda su obra no sería más que una ilusión. ¡Y pensar en tantos teólogos y filósofos que han malgastado días y noches buscando pruebas de la existencia de Dios, olvidándose de la única!».
Más allá de su provocación, la afirmación del intelectual rumano proclama una verdad absoluta que parece evidente a los ojos de cualquiera que se haya acercado al menos una vez a las grandes obras maestras sacras de Johann Sebastian Bach (1685-1750): la música del maestro alemán parece establecer un nexo privilegiado con el sentido religioso de quien le escucha.

Sus Pasiones, por ejemplo, están entre las piezas musicales más conocidas y valoradas, pero también entre las más completas y sugerentes, nunca antes se concibió algo similar para las celebraciones litúrgicas de Semana Santa; representa un conjunto en el que se encuentran infinitos puntos de meditación, reclamos simbólicos y tesoros musicales, cristalizados en una de las síntesis artística, estética y espiritual más interesantes e inspiradoras de la historia.
Asiduo oyente del repertorio barroco alemán, Philippe Pierlot se acerca a la Pasión según san Juan acompañado por un excelente grupo vocal y por la fiel y ya consagrada formación instrumental del Ricercar Consort, dando vida a una lectura que parece participar de la creación con una gran puesta en escena, en una progresiva tensión que, inaugurada por el paso casi procesional de la pieza inicial (un auténtico «arriba el telón»), llega a su cénit en el carácter pacificador del coro final.

Con una dirección casi teatral, el ritmo de los acontecimientos que marcan el drama de la pasión y muerte de Jesús (desde la oración en el huerto de Getsemaní a la sepultura, pasando por los interrogatorios ante el Sanedrín y Pilatos, la flagelación, la condena y la crucifixión), Pierlot realiza un gran trabajo de cincel para llegar a la milagrosa síntesis entre melodía, armonía y palabra que caracteriza la Pasión de Bach, consiguiendo unos resultados absolutamente perfectos en las dos espléndidas arias finales -Mein teurer Heiland (Mi amado Salvador), con el bajo y el coro interpretando el alivio del alma liberada del pecado original; y Zerfließe, mein Herze (Llora, corazón mío), con una soprano en «ríos de lágrimas en honor al Altísimo»- donde la pregunta por la verdad del atónito espectador se traduce en una forma de arte sublime, frente a la cual resulta imposible permanecer insensible y no dejarse conmover.

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