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RESEÑAS

Conocer lo que somos

Pablo Sánchez
05/09/2017

Iván Vélez, en su ensayo Sobre la Leyenda Negra (Ed. Encuentro, 2014), hilvana la visión negativa que de España y de los españoles se ha tenido en el mundo y cómo el eco de la misma llega hasta hoy actualizado. Y lo hace desplegando en sus páginas múltiples pruebas infalibles, resumidas todas ellas en las dos más paradigmáticas: el “sojuzgamiento” de América y la segregación de “Sefarad” a través de la expulsión de los judíos y la inquisición.

Este libro, lejos de ser la reflexión erudita de un estudioso, es un asunto de tan viva actualidad que solo comprendiéndolo podremos enfrentarnos a los problemas más candentes de la España de hoy, desde el secesionismo al islamismo, pasando por la crisis económica. Solo conociendo quiénes somos y de dónde venimos podremos enfrentarnos a estos problemas. Ignorándolo o dando por buena la “historia” que, en paralelo a la verdad, nos han contado y nos hemos creído, estaremos condenados a perpetuarlos hasta que logren la desafección y ruptura de nuestra patria.

Lo primero que debemos hacer para afrontar la ingente tarea de desmontar los falsos mitos, elaborados durante siglos por los que eran nuestros enemigos y ahora están cómodos teniéndonos como acomplejados adversarios, es saber contestar la pregunta clave: ¿qué es España? A partir de ahí podremos rebatir a los que no solo niegan que la Leyenda Negra exista en la actualidad sino también a los que opinan que nunca existió.

Desde ese punto firme que es conocer lo que somos y reconocer nuestro valor en el mundo, podemos recorrer sin miedo los hitos negrolegendarios. Empezando por el saco de Roma, tan recordado a pesar de ser uno de tantos que en esa misma época realizaron otros pueblos. Siguiendo por la inquisición, que se trasforma en Inquisición referida únicamente a España, a pesar de que su aplicación fue inmensamente benigna en comparación con la crueldad aplicada en otros territorios europeos y de que, lejos de verse la uniformidad religiosa por la que velaba la institución como un elemento cohesionador que evitó las guerras de religión que bañaron de sangre el resto de reinos europeos, en España pasa a ser sinónimo de oposición al libre pensamiento y al progreso. Constatando que todo el mundo conoce los excesos de las tropas del Duque de Alba, pero nadie recuerda que las victorias de los protestantes holandeses no abrían espacios de libertad y concordia sino que iban seguidas de indiscriminadas matanzas de católicos. Culminando en una labor de rotunda negación de la realidad al presentar el descubrimiento de América como una empresa guiada por el ansia de oro, la sed de sangre de los castellanos, su fanatismo religioso y hasta la invención de la guerra bacteriológica, sin alusión alguna a los debates teológicos (inéditos en la historia) sobre la legitimidad de la conquista, los derechos de los habitantes de estas tierras, la fundación del Derecho Internacional, la gran empresa cultural, educativa y religiosa iniciada sin comparación posible con lo realizado por las otras naciones europeas…

La tarea iluminadora de nuestro autor ya fue impulsada hace un siglo por el ilustre regeneracionista Julián Juderías, con un ensayo sobre la imagen negativa de los españoles que ha mantenido su interés durante décadas debido a que seguimos mirando nuestra historia y nuestro presente deformados por una visión negativa sesgada, cuando no directamente inventada. Le han precedido y seguido otros muchos, como el alemán Alexander von Randa al afirmar que la permanencia del Imperio español en América fue consecuencia del régimen de libertad que organizaron los Austrias y que esta es una verdad que ha sido deliberadamente ocultada. Ocultada y aderezada con descripciones grotescas, acusaciones, ignorancia sistemática, libelos, campañas de prensa…

Pero de poco sirve conocer nuestra historia si lo que revela no interesa, o incluso si lo que se desea es ocultarlo y perpetuar una visión negativa que satisfaga intereses que atacan directamente nuestra convivencia. Se ha empezado a estudiarla rigurosamente y sin perjuicios, pero las sorprendentes conclusiones a las que se llega no interesan porque a nadie le gusta que la realidad le estropee una noticia y porque mantener esta visión negativa ha interesado durante siglos y sigue interesando. Hoy las plataformas independentistas retoman y renuevan, burda pero eficazmente (¡cuánto daño nos hacemos con nuestro empobrecimiento educativo y cultural!), el discurso de todos los males que llevó nuestra nación a América.

Por todo esto merece la pena unirse al esfuerzo ya multisecular, aunque ahora políticamente incorrecto, de defender todo lo bueno que hizo España. Así no quedaría en vana la labor desarrollada por Quevedo, que llegó a elogiar a la Inquisición por impedir la propagación de supersticiones y embelecos en suelo español. Así seríamos conscientes de la trascendencia e intencionalidad que tiene el que los términos “Hispanoamérica” e “Iberoamérica” hayan sido completamente desplazados por la expresión “América Latina”. Así podríamos desmontar la visión de España como una totalidad histórica, en la que los elementos internos disolventes de la nación española (ayer anarquismo, hoy populismos y nacionalismos) se unen a los aliados exteriores, deseosos de ver débil a una nación competidora.

Hoy se juzga a nuestros compatriotas que hicieron grande a España desde su nacimiento como nación con unos criterios actuales que es absurdo aplicar a lo realizado hace quinientos años. Entre otras cosas porque entonces todos usaban las mismas reglas de juego y la exigencia solo se aplica siempre a los mismos. Es cierto que esto ocurrió al ser España una potencia como no ha habido otra en la historia. Pero no solo se nos exigía lo que no se pedía al resto de europeos, es que esto sigue ocurriendo, con renovados argumentos, aplicando a hechos remotos los estándares éticos de hoy. Confundiendo pasado con presente para perpetuar unos prejuicios que tanto daño nos han hecho y siguen haciéndonos. Así se cumple lo afirmado por el filósofo católico Julián Marías, cuando dijo que la Leyenda Negra consiste en que, partiendo de un punto concreto, se extiende la condenación y descalificación de todo el país a lo largo de toda su historia, incluida la futura. Nunca unos hechos tan desvirtuados, cuando no directamente inventados, dieron tantos frutos durante tantos siglos, como estos que ahora retoman y relanzan las fuerzas separatistas que quieren destruir España, como durante tanto tiempo lo intentaron los enemigos del entonces Imperio.

Todo esto provoca en las nuevas generaciones un desapego hacia su propia historia que impide que conozcamos nuestro pasado y, por tanto, que comprendamos nuestro presente y podamos afrontar con éxito nuestro futuro.

Tal vez la Leyenda Negra haya perdurado porque está muy metida en nuestro corazón. Contra toda evidencia, diluyendo nuestro talento y humanidad por el desagüe de nuestra desesperanza. Por esto no hablamos aquí de una simple cuestión histórica sino de poner en juego nuestros sentimientos y, sobre todo, nuestra razón, porque solo lo que se conoce se ama y la única forma de conocer es verificar en primera persona la realidad que nos rodea y que nos acompaña como personas y como pueblo. Si no hacemos nosotros ese trabajo, como bien se puede comprobar leyendo las 327 páginas del libro de Iván Vélez, otros lo harán por nosotros.

La tarea es necesaria y urgente, pues ya no hablamos de las dos Españas que glosara Larra y popularizara Machado. Ahora hablamos de diecisiete Españas, con la losa añadida de adjudicar la identidad de España al franquismo, olvidando que este nació hace 80 años y desapareció hace 40, obviando que símbolos de la izquierda, como fue Miguel Hernández, defendieron patrióticamente la unidad de España, ignorando que el tiempo de silencio que supusieron estos años recientes de nuestra historia no fue un oscuro y perdido periodo. Para rematar el cuadro, uniendo franquismo e Iglesia ya tenemos una nueva actualización de la Leyenda Negra. Lo mismo ocurre con los que se inventaron la feliz arcadia de las tres culturas, supuestamente desbaratada por la nefasta influencia de la Iglesia católica y que debería reinstaurarse, verdadera punta de lanza de ambiciones islamistas que tantos tontos útiles encuentra en nuestra patria, verdaderos ignorantes del valor de lo que tienen y por tanto de lo que destruyen.

Al final todo se reduce a cómo nos concebimos nosotros, pues en el fondo, al hacer balance de la visión que de España y su historia tiene el mundo, lo que hacemos es mirarnos en un espejo. Ahí es donde vemos reflejada la imagen que tenemos de nosotros mismos. Nos vemos como un desastre, visión arraigada por siglos de pesimismo desenfocado incapaz de ser desmentido en nuestra mente por el prestigio que gozamos internacionalmente como nación capaz de superar dificultades y como socio fiable en cualquier iniciativa cultural o empresarial. Visión negativa que periódicamente renovamos y ponemos al día con una nueva capa de pintura (negra): ayer populista, hoy independentista o islamista, mañana… y que no solo afecta a nuestro ánimo sino que envenena nuestra convivencia.

Sobre la Leyenda Negra
Iván Vélez
328 páginas
24€

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