Estamos ante un magnífico libro, breve y conciso que recoge lo más importante de una increíble experiencia de sufrimiento vivida en total aceptación (que no resignación).
Pese al título del libro, que parece indicar el género “gulag” o campos de concentración, creo que este es un libro sobre el cristianismo tal cual, donde se aprende y purifica la visión y conceptos que tantas veces tenemos de él. Resulta por tanto de gran ayuda para el cristiano de a pie.
El autor, de ascendencia polaca pero americano afincado en los EEUU, responde a la llamada misionera de Pío IX que en 1928 invita a acudir a la Rusia bolchevique. Veintitrés años transcurren entre 1940 y 1963, año de entrada y de salida de la Unión Soviética. No se escapa pues el hecho de que le tocan los años duros de la Rusia de Stalin y posteriores. Quince, de esos veintitrés años, detenido como preso y de esos quince nada menos que cinco años en la temidísima y por eso famosísima prisión de la Lubianka en Moscú, donde la policía rusa campaba a sus anchas sembrando el terror para sonsacar a los prisioneros ridículas confesiones inventadas de sabotajes, traiciones y planes para derrocar al régimen soviético y su proceloso líder Stalin.
Bastaba normalmente pocos meses en Lubianka para quebrar la resistencia natural del prisionero y hacerle cantar la mismísima Traviata si era preciso, por mucho que el pobre ruso no hubiese escuchado jamás ni una sola nota de aquella partitura. La Lubianka ha quedado por eso en la historia de la humanidad como uno de los ejemplos más deshonrosos y trágicos de un proceso tan moderno y vigente como la imposición de una ideología que sustituye (a veces con tácticas sutiles, otras de forma burda y violenta) la realidad.
Pues aquí tenemos a D. Walter y su alegría (¿ingenua?) misionera casi truncada por semejante despropósito de la dictadura soviética. ¿Casi truncada? ¿Cómo “casi”? Si le detuvieron apenas cruzó la frontera rusa, no habló ni convivió con nadie durante los cinco años pasados en la Lubianka, no podía hablar con nadie de religión e incluso cuenta que en un tren, donde trasladaban a presos a los campos de concentración de la fresca Siberia, el resto de presos se enteró de que era sacerdote y casi lo quisieron linchar en el acto.
Pues en ese contexto se desarrolla su recorrido hacia la madurez de la fe. El libro ayuda a entender que todos estamos llamados a recorrer este camino personal. Y por increíble que parezca el camino existe, como rotundamente afirma el autor, aunque parezca en momentos que es imposible.
Y aquí está el tremendo valor del libro. Cómo descubrir de nuevo el camino cristiano y el valor que tiene. He aquí algunos destellos.
El capítulo sobre la Eucaristía es tan increíble que se vuelve a tomar conciencia de lo que es.
La tentación que tuvieron él y otro compañero sacerdote entrando en Rusia. Al darse cuenta de que estaban en un Estado ateo, que controlaba todo y a todos, que prohibía practicar los sacramentos, donde no se podía siquiera hablar sobre religión con cualquier otro, estuvieron tentados de pensar que se habían equivocado, que su alegría e impulso misionero era tan ingenuo como inútil en unas condiciones así. ¿Acaso no es una prueba por la que pasa cualquier cristiano ante una circunstancia difícil?
Cuando le llevaban a los interrogatorios en la Lubianka, el protagonista se acuerda de un pasaje del evangelio de Lucas: «Convenceos de que no debéis tener preparado de antemano cómo os vais a defender; porque yo os daré palabras y sabiduría que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios». Así lo comenta el autor: «¡Cuántas veces hubiera deseado que un comentario brillante, un argumento inapelable hiciesen rendirse a mi interrogador! Pero aquello no parecía suceder nunca (…) Pedí al Espíritu Santo que me inspirara algo que decir al interrogador, que me guiara… y nada. ¿Nada? ¿Entonces?».
No resuelvo el enigma que me mantuvo en ascuas durante la lectura porque es una cuestión decisiva saber si el cristianismo es una religión “emotiva” y no “real”, que no sirve para el día a día, para lo concreto, más que como una inspiración, una suma de valores, pero en el fondo ajena a la realidad y a sus problemas.
Concluyendo, el inmenso valor del libro consiste en ofrecer al lector la oportunidad de adquirir certeza sobre una afirmación de don Giussani: «Las circunstancias por las que Dios nos hace pasar constituyen un factor esencial de nuestra vocación, de la misión a la que Él nos llama; no son un factor secundario».
Caminando por valles oscuros. Memorias de un jesuita en el Gulag
Walter J. Ciszek
Palabra, Madrid 2015
pp. 251- 16.90 €
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón