Por fin consigo y puedo leer Un año en la otra vida de José Mateos. Tras la presentación en el madrileño club El Matador, ¿qué mejor momento?
Bien sabemos que existe una belleza en la verdad, que existe una belleza en la bondad (moral) y que existe una belleza estética. Juntas forman el trío de ases que dijera Platón; ese ángel de tres caras de la Belleza metafísica. En un segundo plano, la novedad siempre suma, pero si las cartas no son buenas en su conjunto, es bien pobre la jugada que puede ofrecer. Obviamente, si todo confluye, la obra es ya un patrimonio, algo que trasciende el propio texto y puede procurarle, incluso, un lugar en eso que llamamos historia literaria, lo que no siempre es sinónimo de grandeza, dicho sea de paso.
Entendiendo, por tanto, que la Belleza no es solo una cuestión de ases sueltos, sino de buenas jugadas, siempre he pensado que en la literatura de José Mateos sus mejores cartas son la verdad y la vocación de hondura, con las que consigue siempre buenas manos. Por lo que voy leyendo, esto es lo que vuelve a suceder en la nueva entrega del jerezano, Un año en la otra vida, donde las verdades nos asaltan casi sin quererlo y a cada vuelta de párrafo nos sorprende una afirmación más sustanciosa que la anterior, o más conmovedora.
Soy lector de JM desde hace más de diez años, cuando lo descubriera en una antología de José Luis García Martín. Creo haber leído casi todas sus obras, lo he antologado y comentado en un par de ocasiones, una de ellas bilingüe, y hasta entrevistado, y siempre he disfrutado de su poesía. Pero algo me dice que este volumen va a suponer una inflexión en mi apreciación de su escritura.
Quizá sea porque el poema, en términos generales, es siempre demasiado severo con sus artífices, pues les exige jugadas al todo o nada. Quizás sea porque el escritor se encuentra en un momento de madurez y plenitud en el que recoge los frutos de sus desvelos y prospecciones literarias pretéritas. O quizás sea porque la prosa es un odre más amable y natural para la divagación enamorada sobre los seres y las cosas, como en este último libro suyo (que toma como referente, según parece, a Bobin y su autorretrato). Qué sé yo. El caso es que en este texto voy saboreando algo ya verdaderamente grande. Quiero decir, muy grande.
Como uno de tantos ejemplos de los ya leídos, copio aquí este fragmento del 28/10/2013, por cierto, con guiño –o mera coincidencia– a #U2, en la imagen de la ola. Me permito pensar que el mismo Horacio se sorprende desde su tumba al leerlo y admite no haber tomado nunca tan en serio su célebre acuñación:
«Cuanto más quiero a alguien, más se agudiza en mí la aflicción por su fugacidad. Cuanto más disfruto de algo, más rápido transcurre el trayecto de su pérdida. El presente es tan solo la ola que se retira para dejar paso a otra ola. El presente es el instante que pasa y que pasa hacia ninguna parte, hacia nada que no sea su propia desaparición.
“Olvida tus preocupaciones y vive el presente”, nos dicen. “Carpe diem”. Coge el día. Pero ¿cómo se puede coger algo cuya esencia es escaparse?».
José Mateos
Un año en la otra vida
Pre-Textos, Valencia 2015
pp. 132 – 18.00€
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón