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RESEÑAS

Misericordiosos como el Padre

José Luis Almarza
26/01/2016

El Decálogo de Moisés pide que no tomemos el Nombre de Dios en vano.
Podríamos extender este clarividente y liberador mandato al ámbito de las grandes palabras que vertebran la existencia humana. Abusar de palabras como amor, justicia, responsabilidad, felicidad y otras del mismo calado, entre las que se encuentra la misericordia, nos lanza al riesgo de vaciarlas de contenido, eliminar su valor trascendente, deviniendo nominalismo. Otra posibilidad que se sigue del abuso es el de deformarlas por manipulación y que lleguen, también, a cansarnos por hartazgo, por saturación. Finalmente terminan resbalándonos y resultándonos, literalmente, increíbles. Entonces podemos decir, sin temor a equivocarnos, que las grandes palabras de la vida ya no se encuentran en condiciones, ni son capaces de tocar fibra sensible alguna; ya no alcanzan ningún punto neurálgico del vivir, ningún punto de articulación que venza la rigidez, el esquematismo o la dejación pasiva e indolente. Las grandes palabras terminan resultando palabras que ya no movilizan, no remueven, ni conmueven; que ya no nos creemos ni nosotros mismos y que por eso no se pueden transmitir ni con convicción, ni de un modo confiable y digno de crédito.

Este libro nos ofrece, a modo de antídoto para la tentación y caída a la que nos hemos referido arriba y como propuesta positiva para quien aún no conoce la experiencia de la misericordia o para aquellos que, aún conociéndola, no logran acostumbrase a ella, ofrece, digo, un material precioso para ahondar en tan decisiva palabra en la que se manifiesta el corazón del misterio del Dios revelado en Jesucristo. Dejarse sorprender por Dios coincide con la experiencia y el deseo de la insondable misericordia. Las ocho grandes aportaciones del libro nos ayudan a ello, con un material rico que nos llega al presente desde la gran Tradición Viva de la Iglesia, que ha ido aprendiendo y degustando, con el tiempo y la acción del Espíritu Santo, que Dios, si existe, no puede ser más que Misericordia: los salmos del Antiguo Testamento, las parábolas del Nuevo, la concordancia de los grandes Padres de la Iglesia, la vida litúrgica y su pedagogía celebrativa, la exuberancia creativa de los santos, la filigrana y delicadeza sacramental de la confesión de los pecados, los acentos y subrayados de los últimos Papas y el testimonio –operante en obras de misericordia corporales y espirituales– dan fe probada de ello.

En un tiempo inmisericorde, que no sabe defenderse del mal, porque no puede; en un mundo de venganza y de violencia e ira que apunta peligrosamente en demasiadas latitudes de la Tierra hodierna… ¡Cuánto nos conviene y ayuda! Cuánto aporta de nuevo una mirada lúcida y agradecida y una pasión comunicadora que abre espacio a lo incomparablemente único e imposible para el hombre: ¡ser librados de nuestro mal! Sí, por Aquel que se goza con abajarse hasta nuestra menesterosidad y que no se cansa nunca de buscarnos, de esperarnos y de encontrar cualquier hueco, rendija, boquete o hendidura a través de los que dar con nosotros... ¡y abrazarnos!... ¡y confirmarnos de nuevo en el ser!

Sirva pues como invitación a la lectura. Y como acicate –provocador y movilizador– para la meditación, el silencio degustativo y el diálogo con otros que se sientan y sepan tan heridos y necesitados como yo.

Misericordiosos como el Padre
Subsidios para el Jubileo de la Misericordia 2015-2016

BAC Popular
pp. 544 – 23,10 €

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