En una sociedad como la nuestra dominada por la “caída de las certezas” (Bergoglio 2001) o “por el desmoronamiento de las antiguas certezas y seguridades religiosas”. (Ratzinger 1998) que nos deja en una situación de orfandad y en un escenario de colapso del sentido de lo humano se hace necesario, como ya había profetizado G.K. Chesterton, volver a descubrir las evidencias.
Y así el responder a una pregunta del tipo “¿Qué es una familia?” se convierte en una labor nada obvia. Algo aparentemente tan evidente como lo que es una familia ha dejado de serlo. También esta evidencia se ha desmoronado. La Iglesia no es ajena a esta situación y contexto y, consciente de la situación de emergencia en la que se encuentra la familia, le ha dedicado un Sínodo en dos tiempos. El primero fue hace un año y el segundo, que empieza este 4 de octubre bajo el título “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en la sociedad”, se concluirá el próximo día 25.
Con ocasión de esta importante cita sinodal, la editorial Nuevo Inicio nos propone la lectura de una conferencia del filósofo francés Fabrice Hadjadj, recogida en un pequeño libro con el título ¿Qué es una Familia? La trascendencia en paños menores y otras consideraciones ultrasexistas. El libro se publicó en Francia con ocasión de la primera fase del Sínodo de la Familia en octubre de 2014 y llegó a España este verano, en vísperas de la segunda parte del Sínodo. Con toda seguridad, su lectura representa una estupenda introducción a esta cita inminente. Siempre genial, Hadjadj nos provoca en cada página, nos sorprende con los caminos que explora y las sugerencias que avanza, llevándonos de la mano para devolvernos el asombro, recuperando para nosotros el espacio de lo evidente, que es un espacio de descanso tanto para la razón como para el corazón.
Hablar de la familia no es exponer una sábana impoluta y perfumada, una hermosa idea o una construcción social. Es –y el autor lo refiere a su propia familia– una pregunta sobre el ser, sobre su misterio generativo. Y un hijo nace porque un hombre y una mujer se desean y no simplemente porque deseen la criatura. Y así el cuestionamiento de la familia, los ataques a los que se ve sometida, la desprotección en la que nada a nivel legislativo, no plantean una cuestión primariamente moral sino más bien de relación con la realidad. No es, como se suele pensar, una cuestión de derechos, sino de hechos.
Para Hadjadj hay una revolución antropológica en acto, esto es, el paso de la familia a la empresa, del nacimiento a la fabricación o, si se prefiere, de la concepción oculta en el seno materno, a la concepción en medio transparente conforme al espíritu de la ingeniería. Por su naturaleza, la ideología ha atacado siempre a la familia. Véanse al respecto los gnósticos, por ejemplo (cuestión que Fabrice Hadjadj aborda en otro libro suyo, La profundidad de los sexos. Por una mística de la carne). Pero hoy, en opinión del autor, el ataque más radical no proviene tanto de la ideología cuanto de los dispositivos tecnológicos. El ataque no proviene solo de la teoría sino de la práctica, cuenta con medios eficaces para producir fuera de las relaciones sexuales individuos más aptos, de más alto rendimiento.
Asistimos, dice Hadjadj, a la «destrucción tecnológica» de la familia, donde la tableta tecnológica sustituye a la mesa hecha de una “tabla” de madera. Porque es en la mesa, alrededor de esa “tabla” de madera donde siempre se ha tejido la trama familiar, donde las generaciones se encuentran, hablan entre ellas, a veces discuten, pero donde a través del muy primitivo acto de comer juntos continúan compartiendo y percibiéndose en comunión. Pero hoy asistimos a la caída de esta evidencia. Porque uno come de pie delante de la nevera para poder volver rápidamente a la pantalla de su tablet. Y esto no es individualismo, esto lo llama nuestro autor “dividualismo”, porque uno delante de su pantalla, solo, se divide, se fragmenta, se dispersa, pierde su rostro, para multiplicarse en mil “perfiles”.
Al mismo tiempo, subraya Fabrice Hadjdadj, hay en acto una desfamiliarización de la familia que, tratando de defenderla, pretende fundarla sobre los valores, el amor, la educación, la solidaridad… La familia real queda así desplazada y convertida «en una realidad secundaria que se ajusta a ciertos valores». En lugar de reconocer que «desde el punto de vista de la existencia concreta, la familia es el fundamento del amor, de la educación y de la libertad». Esta reducción de la familia a valores desemboca en su desrealización, de manera que una organización o un grupo de individuos cualificados podrán pasar sin problemas por la mejor de las familias; y la mejor de las familias se identificará con el mejor de los orfanatos. Paradójicamente, esto no deja de ser la respuesta actual a la situación de orfandad contemporánea, discontinuidad y de desarraigo que el entonces cardenal Bergoglio ya evidenciaba en 2001.
Para Hadjadj es necesario caer en la cuenta de la dimensión de dato, de dado, de don que tiene la realidad y, por esencia, la familia. La familia es algo dado, que está ahí. Y esto en su doble vertiente de «regalo» y de «evidencia». Y esto caracteriza a la familia como un lugar de autoridad sin cualificación, sin competencias, sin idoneidad, que se descubre en la relación filial con los padres, que no son, ni deben ser, expertos en paternidad y maternidad. Se trata de una autoridad que responde al don de la vida y se despliega en el reconocimiento de que “es bueno que el hijo exista”. Y cualquier padre se da cuenta de que él no es el Padre absoluto, lo que le lleva a dirigirse junto con su hijo hacia este Padre del cual toda paternidad trae su nombre. Se caracteriza la familia por ser un lugar de libertad sin independencia, puesto que nunca se deja de ser padre, ni de ser hijo. No se puede rescindir el contrato. Es la familia un lugar de carnalidad trascendente —genial el subtitulo la trascendencia en paños menores— porque el hecho de nacer sin haberlo pedido es en sí mismo una pregunta sobre el sentido. Esta es la familia para Fabrice Hadjadj.
La familia en su esencia es por lo tanto, como afirma Chesterton provocadoramente, una realidad anárquica. Y es una anarquía salutífera pues es anterior al Estado, al Derecho y al Mercado. Depende de la naturaleza antes que ser establecida por la cultura, ya que impepinablemente el ser humano nace de la unión de un hombre y de una mujer. En pocas palabras, la familia se fundamenta «en nuestros paños menores, en nuestro deseo, en una conjunción anterior a nuestros contratos, en un impulso natural que precede a nuestras perspectivas y que las empuja más allá». Sí, la familia se basa en algo animal —varón y mujer; macho y hembra— y al mismo tiempo creemos que esta animalidad sea muy espiritual. De una espiritualidad divina, inscrita en la carne. Hay algo que es donado y no construido. Tanto que incluso el patriarca en la Biblia está siempre sorprendido y sin embargo a menudo exasperado por los hijos. No hay más que pensar en la historia de Jacob o también en la de José, el padre de Jesús. No podemos decir que tuviesen la situación bajo control. Ni que fueran perfectamente cualificados y competentes. Y el darse cuenta de no estar a la altura es el paso obligado para descubrir juntos al Padre eterno.
Es imposible resumir en pocas líneas la experiencia de frescura de pensamiento, de provocación que obliga a darse cuenta de cómo están las cosas, que supone la lectura de este pequeño libro de Fabrice Hadjadj. En vísperas del Sínodo y de los infinitos y cansinos debates que nos esperan en los distintos medios de comunicación de este lado y del otro, su lectura es altamente recomendable, agua fresca, aire puro. Tenemos necesidad de volver a sorprendernos por lo evidente. En este sentido, ¿Qué es una Familia? La trascendencia en paños menores y otras consideraciones ultrasexistas es una pequeña joya.
Fabrice Hadjadj
¿Qué es una Familia?
La trascendencia en paños menores
(y otras consideraciones ultrasexistas)
Editorial Nuevo Inicio, Granada 2015
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