A pesar de las persecuciones sistemáticas, de las repugnancias intelectuales y de los rechazos instintivos de muchas de sus enseñanzas morales, el mundo romano terminó convirtiéndose masivamente al cristianismo. El libro de Gustave Bardy nos ayuda a entender por qué. De modo particular, el capítulo IV sobre La conversión cristiana: sus motivos.
Avanzando desde Castel Sant’Angelo hacia San Pedro, se entra en la vía de la Conciliazione e inmediatamente uno se siente atraído por la imponencia de la basílica cristiana. Pero si se levantara el suelo, encontraríamos en ambos lados los restos de los templos dedicados a distintas divinidades como la diosa Isis y Osiris, el dios Mitra etc.… Todos cultos venidos desde Oriente y que en los primeros siglos después de Cristo se habían difundido mucho en Roma y en todo el Imperio. Así se presentaba por tanto vía de la Conciliazione a los ojos de los primeros cristianos que iban a rezar a la tumba de Pedro. En el “mercado religioso” de aquel tiempo convivían muchos cultos, todos legítimamente reconocidos, al igual que la religión que había llegado desde Palestina. ¿Por qué, entonces, en un determinado momento, «la religión de los secuaces de Cristo llamados cristianos» se convirtió en la principal y la más importante? ¿Por qué un hombre y una mujer del siglo I y II, fuertemente probados por «una época de crisis» (Dodds) como la suya, se adhirieron al cristianismo? A todas estas preguntas, Gustave Bardy responde afirmando que nos encontramos ante «uno de los mayores enigmas de la historia».
El valor imperecedero de este libro reside en el hecho de que el autor no procede desarrollando una tesis sino recogiendo testimonios. Es decir, parte siempre de la experiencia que nos han dejado los cristianos de los primeros siglos tanto en forma de documentos como en sus memorias escritas. Esto nos permite ensimismarnos con las raíces profundas del dinamismo de la fe que conquistó esos primeros siglos y que por ello puede ser una válida ayuda para la nueva evangelización que el papa Benedicto XVI pretende promover proclamando el Año de la fe.
Cualquier hombre, por su propia naturaleza, es religioso. En particular, el hombre de la antigüedad greco-romana veía la religión como una dimensión fundamental de su vida, estrechamente ligada también al ámbito social y político, y sin embargo incapaz de alcanzar lo divino que evocaba. Dios permanecía como un dios lejano, cuando no hostil y malvado. Por tanto la religio se reducía, en el mejor de los casos, a formalismo, a reclamar algunos valores, al fin y al cabo, abstractos. Es aquí en donde se insertan el anuncio y la experiencia cristiana. Bardy evidencia muy bien el hecho de que el cristianismo responde a las exigencias de verdad, libertad y plenitud de vida que albergan en el corazón del hombre y no lo hace mediante una planificación «para conquistar el mundo», sino de una manera muy sencilla: de persona a persona; de padre a hijo, de esclavo a amo, de mujer a marido, de amigo a amigo… Es la dinámica del testimonio, del espectáculo de la santidad.
El autor acompaña al lector para que haga la misma experiencia de los primeros cristianos: los testigos tocan el corazón de quienes les escuchan, y esto da inicio al recorrido de la fe. Hace falta ir al fondo del misterio que genera la postura humana del testigo, participando de la compañía humana nueva que nace de la fe. Una nota final: el último capítulo está dedicado a la apostasía. Como diciendo: en una época de crisis – espiritual además que moral, social y económica – como la antigua (y la muestra), se puede también decir que no a Cristo. Porque nosotros somos hijos de un Dios que ha amado nuestra libertad más que nuestra salvación. Por ello es todavía más necesario conocer cómo surge la fe, para verificarla en la vida y no sólo en nuestras intenciones.
Gustave Bardy
La conversión al cristianismo durante los primeros siglos
Ediciones Encuentro, Madrid 2012
pp. 328 – 20,00 euros
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