El joven poeta Jesús Montiel (Granada, 1984) recibió el Premio Universidad Complutense de Madrid de Poesía 2011, por su obra Placer Adámico. Este certamen se convoca anualmente para los estudiantes, el personal docente e investigador, y el personal de administración y servicios de las universidades españolas. Además de la dotación económica, conlleva la publicación del libro por el Servicio de Publicaciones de la UCM, lo que lo convierte en uno de los más atractivos para los poetas estudiantes de Filología.
Tal es el caso de Jesús Montiel, licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, que cursa actualmente el doctorado en la Universidad Complutense bajo la dirección de la profesora Guadalupe Arbona, y que ya fue seleccionado el pasado año en el certamen de poesía del Centro Cultural Blas de Otero con la obra Palabras que te dicen.
El poeta es también colaborador habitual de la editorial Nuevo Inicio. En 2010 participó en una obra colectiva, pendiente de publicación, donde abordó la célebre figura del Padre Brown de Chesterton con un trabajo titulado: “El secreto del padre Brown”.
Asimismo, es pintor, disciplina en la que se ha especializado en iconografía bizantina, lo que le ha permitido embarcarse en la pintura de los iconos de una iglesia granadina.
Placer Adámico es un poemario que trata de la sorpresa ante la existencia y lo creado. En un estilo nítido y depurado, los poemas de este libro se revelan contra la inercia cotidiana que nos evade del ser, y de ser; nos impelen a buscar lo alto en lo sencillo con los ojos del asombro para “aferrarse a lo fugaz” y “trocar lo cotidiano / en amorosa permanencia”; y nos invitan “al ensamblaje de la carne” para “entregar nuestras manos al abrazo”.
Algunos poemas de Placer Adámico
Visita al museo
Niños terrícolas del siglo treinta:
mirad lo que llamaban los antiguos un bosque.
Entonces las especies vegetales
brotaban a su antojo de la tierra,
se hermanaban formando laberintos
rebosantes de vida.
Los árboles crecían, se estiraban
como sueños borrachos de tormenta
y en sus copas el viento cantaba con el pájaro
-la extrañeza les abre la boca y la mirada-
mirad lo azul que entonces era el cielo
-se escuchan expresiones de sorpresa-
la belleza del campo amanecido.
Observad las estrellas coronando la noche,
flotando como adornos navideños
de un altísimo abeto.
Mirad un hombre de hace nueve siglos
absorto en la visión de unas montañas.
-¿Qué fulge en su mirada? ¿Qué luz hay en sus ojos?-
Es lo que los antiguos llamaban el Asombro…
Nocturno
¿Qué misteriosa ley ha permitido
a los ojos del hombre habituarse
a noches como ésta con sus astros
vibrando sobre el mapa y nuestras vidas?
Es extraño tener que recordarme
la dicha de estar vivo para no
desatender el don de la presencia
en un instante así como el de ahora,
obligarme a salir
del santuario gris de la costumbre
para asomar el corazón sediento
a este paisaje negro y reanimarlo
con la copla del grillo.
Entonces me estremece un sentimiento
poderoso de chocante gratitud,
como si el mundo fuera una gran fiesta
a la que todos somos invitados
y su anfitrión un Dios que nos seduce.
Alquimia de las horas
No hace falta escapar de la ciudad
y habitar con el viento las montañas.
No hay que aprender la lengua de los árboles
o construir una cabaña humilde
hundida en la quietud de un paisaje milenario.
La santidad se encuentra en este plato
que enjabono para que coman otros,
en este viejo libro que me gusta
y que abandono para poner la lavadora,
en el camino hacia el supermercado
para que tú descanses.
Consiste en aferrarse a lo fugaz,
trocar lo cotidiano
en amorosa permanencia,
predisponer los ojos al asombro.
La verticalidad del beso
Los estudiosos dicen
que nuestra mano abandonó la tierra
para avistar mejor al enemigo,
que mi sombra se irguió como defensa
frente al diente o a la garra salvaje.
Están equivocados.
La verticalidad propone el beso,
invita al ensamblaje de la carne
y entrega nuestras manos al abrazo.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón