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CINE

El vértigo de la vida

Luca Marcora
10/05/2016

Thomas es incapaz de abrazar. Cuando Sara intenta estrecharlo entre sus brazos, después de que él intentara quitarse la vida, él le devuelve un abrazo torpe y desganado, casi como si realmente no estuviera presente en esa circunstancia. Escritor que lleva ya a sus espaldas dos novelas de éxito, vive totalmente encerrado en sí mismo, inalcanzable para nadie, ni siquiera para la mujer a la que dice amar. A Sara le gustaría casarse y tener hijos; él no, solo desea escribir. O quizás en realidad no puede tenerlos. Es imposible saber qué piensa Thomas realmente.

Wim Wenders, que con esta película vuelve al largometraje de ficción después de siete años, elige realizar un film utilizando la tecnología del 3D nativo para poder ahondar más a fondo en el alma de personajes extremadamente opacos. «El 3D está completamente infravalorado, mal utilizado, y siento que todavía no se han explorado todas las posibilidades que ofrece. Puede ser un instrumento fantástico, capaz de abrir una dimensión totalmente nueva a la participación emocional en la historia con los personajes». Aquí se habla de 3D "en clave existencial", como demuestran los numerosos encuadres que utilizan ese "efecto Vértigo" que toma su nombre de la película homónima de Alfred Hitchcock, donde se utilizó por primera vez, en 1958. Mediante una combinación de zoom y travelling, el objeto encuadrado en primer plano queda quieto mientras el fondo parece moverse debido a la variación de perspectiva.

Wenders lo utiliza para destacar los momentos en que la relación entre Thomas y la realidad cambia por completo, es decir, cuando la realidad se impone con tanta fuerza que cambia su manera de percibirla. Sin embargo, él se obstina en no dejar ver nada de lo que se agita en su interior. Tanto que la propia narración se adapta a su impermeabilidad: diálogos mudos, grandes elipses temporales que omiten importantes periodos en la vida de los protagonistas, disonancia entre el carácter afectivo de los acontecimientos y la banda sonora, desconexión entre el hecho exterior y el estado interior de los personajes.

¿Qué hay realmente detrás de ese rostro tan insondable? Thomas es casi un extraño para su ya anciano padre (Bauchau), igual que lo fue para Sara. Es un extraño también para Ann (Croze) y su hija Mina (Fitzgerald / Stone), con las que formará una nueva familia. En un instante de debilidad, después de un nuevo hecho dramático, Ann también le confiesa lo difícil que resulta vivir a su lado. Solo Kate (Gainsbourg) y Christopher (Naylor), esa madre y ese hijo a los que Thomas se encuentra ligado a su pesar después de aquel maldito día de nieve, consiguen entrar verdaderamente en relación con él. Su vida discurre al lado de la del resto de personajes, con los que solo se cruzan a veces, pero cuando sucede siempre se convierte en una gran ocasión. Porque, aun con su fatiga y su dolor, Kate es el único personaje que admite tener la necesidad de que alguien la ayude. Y lo expresa rezando de rodillas. Lentamente, ella y su hijo enseñan a Thomas a no enfrentarse solo a su drama. «Lo que considero como primera condición para resolver un trauma, para un nuevo inicio, es un proceso de curación», explica el cineasta, «que las personas estén cerca unas de otras, que se acepten, que comprendan unos las penas de los otros y puedan valorar su presencia. El personaje de Thomas no lo sabe hacer. Trata de intelectualizar sus emociones y su pasado, entenderlo con su cerebro, asimilarlo y volcarlo en la escritura, pero no lo deja salir. Ni siquiera su familia sabe nada al respecto. Su mujer y su familia adoptiva no saben demasiado. No lo comparte con nadie».

Durante toda la película ese hombre no es capaz de abrazar. En realidad, no es capaz de dejarse abrazar, de dejarse perdonar. Hasta el final, cuando, en el silencio del alba de un nuevo día, este abrazo sucede: cálido, atento y por fin correspondido. Entonces la cámara vuelve a moverse, una vez más la realidad cambia de perspectiva ante los ojos de Thomas, que esta vez no queda indiferente. De hecho, cuando se vuelve hacia nosotros, vemos que ha aprendido a sonreír.

Todo saldrá bien (GER/CAN/FR/SV/NOR 2015) de Wim Wenders con James Franco, Charlotte Gainsbourg, Marie-Josée Croze, Rachel McAdams, Peter Stormare, Patrick Bauchau, Robert Naylor, Philippe Vanasse-Paquet, Julia Sarah Stone, Lilah Fitzgerald

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