El taller del orfebre se publicó por primera vez en diciembre de 1960 en la publicación católica mensual Znak. El autor era Andrzej Jawien, pseudónimo del entonces obispo auxiliar de Cracovia Karol Wojtyla. «Meditación sobre el sacramento del matrimonio, expresada a veces en forma de drama», recita el subtítulo. El objetivo del futuro Juan Pablo II «era el de construir no tanto un trabajo efectivamente destinado al teatro, sino algo que sugiriese una reflexión sobre ciertos problemas éticos mediante un discurso poético». La obra tiene una estructura particular, «el texto está compuesto por monólogos pronunciados por personas que aparentemente están juntos pero no se hablan directamente» (B. Taborski): de hecho, la acción no sucede mediante gestos externos sino que es directamente narrada por los personajes.
Para llevar el texto a imágenes, respetando su profundidad, el director tuvo que dramatizar lo que los monólogos sólo sugerían, y situar la historia en un contexto histórico preciso para poder contarla: en 1939, en una Polonia amenazada por la guerra, Teresa y Andrew se hacen novios y se casan, como Anna y Stephan, que deciden irse a vivir a Canadá. Andrew muere en la guerra; Teresa da a luz a Christoper y en 1947 decide ir con su hijo a reunirse con sus amigos, que entre tanto se han convertido en los padres de Mónica. Teresa se consolida como pianista, Stephan se convierte en un afamado médico. Hasta 1962, cuando sus hijos se dan cuenta de que se aman; pero la crisis matrimonial entre Anna y Stephan hace que Mónica se sienta insegura en su relación con Chris.
Wojtyla reflexiona sobre el misterio del matrimonio a través de la historia de las tres parejas protagonistas, que tienen que vivir sus decisiones acompañados por dos personajes cuya presencia les sostiene y corrige a lo largo del camino de toda una vida. El primero es el padre Adam (Olbrychski), amigo y confesor de los jóvenes, fácilmente identificable como el alter ego del propio Wojtyla, figura paterna que les guía en el descubrimiento de su vocación. El otro es el orfebre (Lancaster), un personaje del que no se sabe nada, que parece no envejecer nunca, que siempre está misteriosamente presente en el momento de tomar las decisiones fundamentales. En el texto original, su figura, que además da título a la obra, está ausente, como voz que recita, y sus palabras aparecen citadas por los propios personajes, que hablaron con él en el pasado.
Es la voz de la Divina Providencia que interviene para desvelar las conciencias de los protagonistas, para indicarles su camino, para recordarles el destino bueno que ya está empezando a desvelarse en la propia opción matrimonial. Como cuando les muestra a Teresa y Andrew el verdadero valor de su unión («El peso de estas alianzas de oro no es el peso del metal sino el peso específico del hombre, de cada uno de vosotros por separado y de los dos juntos»); o cuando, delante de Anna que quiere vender su alianza, desesperada por su marido ausente, le recuerda el horizonte de totalidad al que está llamada junto a Stephan («Ninguna alianza, por separado, pesa nada. Mi balanza de orfebre tiene la particularidad de que no pesa el metal sino toda la existencia del hombre y su destino»). Vocación y destino.
El taller del orfebre es la invitación a reconocer los signos mediante los cuales Dios llama en la vida de cada uno. Para afrontar el desafío que Dios lanza para que cada uno pueda alcanzar su propio cumplimiento.
El taller del orfebre (IT/AUSTRIA/RFT/CAN, 1989) de Michael Anderson
con Burt Lancaster, Daniel Olbrychski, Ben Cross, Andrea Occhipinti, Olivia Hussey, Jo Champa, Melora Hardin, Jonathan Crombie, Francesca Bregni, Alessandra Casella, Gianluigi Ghione
DVD: O1 Distribution
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón