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CINE

Con los ojos de un niño

Luca Marcora
25/03/2013
La cubierta del DVD.
La cubierta del DVD.

Ante la inminente llegada de la Pascua, volvemos a proponer esta vieja película que nos ayuda a volver a fijar nuestra virada en el verdadero «centro de la vocación cristiana: Cristo», como nos ha recordado el papa Francisco. Reproducimos a continuación un fragmento del texto publicado en la revista Litterae communionis-CL con motivo del cartel de Pascua de 1992, que llevaba la imagen de Marcelino:

Ojos abiertos de par en par ante la realidad, los demás y las cosas son los del niño protagonista de Marcelino pan y vino […].
La película, dirigida por el húngaro Ladislao Vajda, se estrenó en 1955 y tuvo un éxito impresionante; sólo en el mercado italiano contó con once millones de espectadores, una cifra que los éxitos más famosos de nuestros días sólo ven de lejos. La historia se basa en una novela de José Maria Sanchez Silva, a su vez inspirada en una leyenda popular. Es sencilla: un recién nacido es abandonado en la puerta de un convento; los monjes (sim´bolicamente doce), tras haberle buscado en vano una familia, deciden «adoptarlo». Al llegar a la edad de cinco años, Marcelino – que tiene todas las características de un niño espabilado – siente la necesidad de tener un compañero de su edad y de una madre; pero sobre todo «encuentra» a Cristo: un crucifijo abandonado en un desván con el que habla, se confía y al que lleva comida, exactamente pan y vino. Será Cristo mismo quien le conducirá – a través de la puerta de la muerte – al cumplimiento de todos sus deseos.

Un crítico italiano, Gian Luigi Rondi, haciendo una reseña sobre la película en la “Rivista del cinematógrafo”, ha escrito: «Para conocer el cielo y la tierra, para ver a Dios, para conquistar el Reino es necesario que todos se hagan como niños, es decir, “consigan” unos ojos como los de los niños. Ésta es la enseñanza de Jesús, éste es el significado profundo de Marcelino pan y vino […]». Marcelino, en definitiva, es el modelo de la razón abierta, curiosa, dominada por el presentimiento de lo verdadero.
En esta apertura, en esta apertura de par en par está el corazón de la actitud moral. Moralidad, de hecho, no es tanto adecuación a un código moral como el mantenerse en la posición originaria con la que el hombre está constituido: tensión hacia el significado exhaustivo, hacia Dios. «Nos has hecho para ti, oh Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti», así escribía san Agustín. En esta tensión el hombre puede apreciar y valorar todo, porque todo es camino hacia aquel significado.

Manteniéndose, justamente, en esta disponibilidad abierta se puede reconocer el acontecimiento de una presencia extraordinaria, uno puede darse cuenta de la irrupción de lo divino en una forma humana, puede encontrar a Cristo. «¿Quién soy?», pregunta el crucificado a Marcelino, como un día le preguntó a Pedro. Y la respuesta es la misma: «Tú eres Dios». […]. Sólo una apertura sin prejuicios puede de hecho permitir conocer verdaderamente la realidad. La alternativa es la interpretación obtusa que impone la propia y particular visión de la realidad, haciéndola así incomprensible y monstruosa.

(La versión completa del artículo está publicada en Litterae communionis-CL, n. 4, abril de 1992, p. 12)

Marcelino pan y vino (España, 1954) de Ladislao Vajda
con Pablito Calvo, Rafael Rivelles, Antonio Ferrandis, Rafael Calvo, Carmen Carbonell, Isabel de Pomés, Juan Calvo, Antonio Vico, Fernando Rey
DVD: Sony Pictures

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