La vida como vocación. La del “pobrecillo de Asís” ha sido tratada en el cine en múltiples ocasiones, desde las películas italianas de la época muda, entre otras las de Enrico Guazzoni (1911), Ugo Falena y Mario Corsi (1918), o Giulio Antamoro (1927), hoy completamente olvidadas; a otras más conocidas como Francesco, juglar de Dios (1950) del neorrealista Roberto Rossellini, la estadounidense Francisco de Asís de Michael Curtiz (1961) basada en la novela de Louis de Wohl, Hermano sol, hermana luna (1972) de Franco Zeffirelli, y otras ficciones más recientes producidas para la pequeña pantalla.
Liliana Cavani merece una mención aparte, pues regresó en dos ocasiones a la figura del santo patrón italiano: la primera en 1966 cuando, en su primera experiencia detrás de la cámara, realizó para la RAI un Francisco de Asís “en clave laica”, donde “su rebelión anticipa el ideal que animaría el 68 y la disidencia católica” (P. Mereghetti). Veintitrés años después retomó el personaje con otra actitud, más centrada en captar no tanto la revolución social que nació con el franciscanismo, sino sobre todo la que emerge en el ánimo del joven hijo de mercaderes que lo dejó todo para irse a vivir entre los pobres.
Cavani se aleja de los excesos ideológicos que impregnaban la película del 66, pero al mismo tiempo evita tanto los fáciles efectos “maravillosos” de cierto cine religioso como los fastos colosales de Hollywood: los episodios del lobo de Gubbio o de la predicación a los pájaros están totalmente ausentes, y el encuentro con el sultán durante la Quinta Cruzada sólo aparece evocado a la cabecera del padre moribundo.
El verdadero objeto de su trabajo es Francisco, a quien pone rostro un Mickey Rourke absolutamente identificado, a pesar de la enorme lejanía respecto a sus papeles habituales como sex symbol. La directora observa el cambio de un hombre que ha renunciado a todas sus riquezas para vivir entre los pobres y los leprosos, y muestra su decisión radical, quizá sin comprenderla del todo, y la imponencia de la lucha entre seguir su ideal de vivir como Cristo y el continuo intento de los que le rodean de que modere su decisión o reduzca su vida a una regla formal.
¿Qué buscaba realmente Francisco? No el éxito de su acción, ni el incremento en el número de sus hermanos, ni mucho menos el reconocimiento de la orden por parte del Papa. El objeto de su búsqueda era Otro, esa presencia que lo había llamado, que en la última parte de su vida se convierte en una obsesión ante al aparente silencio de Dios. Pero Dios le responde con el don de los estigmas, es decir, asemejándolo a él. Y cuando al final Clara recuerda los últimos instantes de Francisco, Cavani pone el punto final a su película, de forma casi improvisada, casi sin que haya una auténtica escena final. Frente al Misterio, es imposible contar nada más.
Francesco de Liliana Cavani (IT/RFT 1989)
con Mickey Rourke, Helena Bonham Carter, Andréa Ferréol, Nikolaus Dutsch, Peter Berling, Hanns Zischler, Paolo Bonacelli, Fabio Bussotti, Riccardo de Torrebruna, Mario Adorf
DVD: General Video
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