Hace unos días fui a ver la película Maktub al cine con unas amigas. La película cuenta la historia de un niño con cáncer que vive la vida de una manera alucinante, el encuentro que tiene con una familia casi rota, y cómo con el tiempo nace entre ellos una gran amistad que les cambia la vida. No os desvelo el final, por si acaso la queréis ver y aún no habéis tenido ocasión.
En cuanto vi la película, quise escribir sobre ella. Se podría decir que fue un flechazo.
La historia me ha cautivado, ha hecho que me replantee algunas cosas. Me ha obligado a pensar sobre el valor que le daba yo a la vida. Al día siguiente todo iba seguir igual. Iría a clase y mis amigos estarían allí, mi familia seguiría ahí cuando me despertase. Pero mi percepción sobre todo eso ha cambiado. Y lo agradezco. Ahora lloro más, me duelen más las cosas, hay más chispa en lo que hago y, por fin, estoy empezando otra vez a desear el infinito. Puede que esto parezca obvio para algunos, pero es que he pasado una época en la que me conformaba con poco, con muy poco. Antonio, el protagonista de Maktub, me ha enseñado a volver a despertarme y admirar el mundo.
Es una película sencilla, con algún toque españolazo, y que desde el minuto uno te cautiva. Lo más importante, según mi punto de vista, es que es una historia real. Es decir, te cuentan algo que ha pasado de verdad, que es posible también para ti. Porque, aunque me encantan las películas americanas donde chico y chica se enamoran, sé que hay una probabilidad de uno entre un millón de que me ocurra a mí. Pero porque no se basan en la realidad. En cambio, sí que es posible que de repente me encuentre con una persona que me cambie la vida.
Uno de los momentos que más me gustó es cuando Antonio le pregunta a Manolo, el otro protagonista, si cree en Dios. Él le responde que antes sí, pero que ya no; y es cuando Antonio le responde que a él le ha pasado al revés, antes no y ahora sí. Que un niño con cáncer diga algo así me parece casi imposible. ¿Cuántas veces decimos no poder más porque nos pesa el alma? ¿Y cuántas veces nos enfadamos con Dios porque nos pasan cosas malas? Este niño, en cambio, no es sólo positivo, sino que ama la vida que tiene. Y eso es algo que me enfada y me conmueve a la vez. Porque le envidio, y mucho. Desearía vivir como él.
Esta película me ha vuelto a abrir los ojos, y de ahora en adelante sé que cuando se me vuelvan a cerrar, cuando vuelva a caer en la rutina, y vuelva a dormirme, sólo tengo que verla de nuevo. Porque, como dice la película, estaba escrito (Maktub).
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