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CINE

Anghelopulos y la odisea cinematográfica

Luca Marcora
07/02/2012 - El 24 de enero murió Theo Anghelopulos, uno de los cineastas más famosos de los últimos 50 años, cuyo cine consistía en mirar la actualidad a la luz de la mitología antigua

Theo (Thodoros) Anghelopulos (Atenas, 1935 – Pireo, 2012) ha sido el cineasta griego más conocido. Empezó como crítico cinematográfico. Su debut tras las cámaras tuvo lugar en 1970 con Reconstrucción (Anaparastasi), una película que fue «comparada con Obsesión (de Luchino Visconti) por la ruptura que supuso con el cine griego de la dictadura de los coroneles» (Paolo Mereghetti), la serie de gobiernos militares anticomunistas que ocuparon el poder tras el golpe de estado de 1967. El caso de un emigrante que regresa a su pueblo y es asesinado por su mujer, y las investigaciones posteriores para descubrir la verdad, son un reclamo evidente a la situación política de la Grecia de aquel momento. Pero en la mirada de Anghelopulos ya estaba presente algo que será una constante en su cine: la transfiguración lírica de historias actuales a la luz de la mitología griega, con un diálogo incesante entre pasado y presente, incluso en una misma imagen.
El punto culminante de este cine es El viaje de los comediantes (O thiasos, 1975), donde el director recorre la historia de su país entre 1939 y 1952 a través de las historias de un grupo de actores, todos ellos con nombres derivados del mito de Atreus, que llevan a escena un drama del siglo XIX. Casi cuatro horas y media de película, que plasma todos los elementos del estilo del maestro griego: grandes silencios, narración circular, largos planos secuencia (tomas en las que una o más acciones se suceden sin montaje) donde personajes de épocas diversas entran y salen de escena. Esta obra es el cénit de una notable libertad formal y de un modo absolutamente original de trabajar sobre lo que debería ser la cronología normal de un relato. En 1980, con Alejandro Magno (Megalexandros, una larga película que narra la historia de un fugitivo de principios del siglo XX que se pone al frente de una comunidad que lo acoge como el nuevo Alejandro Magno), Anghelopulos recupera todos los rasgos narrativos de El viaje de los comediantes, pero esta vez el resultado es menos sugerente y abre una etapa más existencial y contemplativa en la carrerra del artista, que no siempre obtuvo resultados convincentes.
El apicultor (O melissokomos, 1986), Paisaje en la niebla (Topio stin omichli, 1988), El paso suspendido de la cigüeña (To Meteoro Vima tou Pelargou, 1991), La mirada de Ulises (To vlemma tou Odyssea, 1995), La eternidad y un día (Mia eoniotita kai mia mera, 1998), marcan las etapas de un camino personal, una auténtica odisea en la memoria de un país que se convierte en memoria de la mirada que lo recorre en busca de una identidad que parece hundir sus raíces en el mito de un mundo que parece ser aún completamente desconocido.
La historia de Grecia es precisamente el trasfondo de un proyecto de dos partes monumentales, que estaba pensado inicialmente como trilogía, formada por Eleni (Trilogia: To livadi pou dakryzei, 2004), The dust of time (Trilogia II: I skoni tou hronou, 2008), y que debía concluir con El otro mar, película dedicada a la crisis económica actual. Pero durante el rodaje de esta película el director perdió la vida en un accidente con una moto cuando cruzaba una calle.

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