Se ha estrenado una película que, personalmente, esperaba desde hace mucho tiempo: Las aventuras de Tintín: el secreto del unicornio, dirigida por Steven Spielberg. Primero os cuento el porqué de mi frenética espera, y después -como exige una recensión- haré algunos comentarios sobre la película.
Gracias a mis padres crecí en una casa donde los comics estaban colocados en la estantería junto a los libros verdaderos y eran considerados como obras que tienen la misma dignidad cultural que muchas novelas literarias. Obviamente, no todos los comics pueden ser considerados un producto cultural (como tampoco todas las novelas, tengo que decir), pero algunos, ciertamente, sí: y Tintín es uno de éstos.
Para quien no lo sepa Tintín es un personaje de comic -un jovencísimo periodista, para ser exactos, que va siempre acompañado por su fiel perro Milú- protagonista de aventuras ambientadas en los lugares más sugerentes del mundo, descritos siempre con gran maestría. Lo inventó el dibujante belga Herger en 1929 y sus veinticuatro historias han sido traducidas en todo el mundo con un gran éxito.
Un misterio policial que resolver, intrigas y secretos históricos que descifrar, un grupo de malvados de los que huir, golpes y persecuciones, viajes en avión o en barco, incluso una aventura en la luna, quince años antes de que los hombres pusieran el pie en ella: en las historias de Tintín se encuentran todos estos elementos y son ya una garantía de diversión. Pero después viene el que a mi parecer es el componente más importante: el humor. No sólo por la imagen de los cómicos personajes, amigos o enemigos del protagonista, sino por la capacidad que sólo ciertos dibujantes francófonos tienen de describir a las personas con su identidad única, sus rarezas, sus extrañas manías, sus tics y sus comportamientos. En definitiva, todas esas pequeñeces que puestas juntas hacen de nosotros seres curiosos, únicos y siempre fascinantes. Desde el malhumorado capitán Haddock hasta los caóticos policías Hernández y Fernández, el sentido cómico de Hergé sabe capturar la esencia de un personaje mejor que cien mil frases o descripciones de novela, y nos hace quererlos. Y esto lo consigue con dos sencillos elementos: el trazo del dibujo (la línea clara de los dibujantes belgas) y los gag diseminados aquí y allá entre las páginas de los álbumes de Tintín en medio de las más intrincadas aventuras. Menciono sólo algunos títulos que no os podéis perder: Tintín y el secreto del unicornio, Tintín en el Tíbet, Las 7 bolas de cristal, Objetivo: la luna (aquel con el famoso cohete de cuadros blancos y rojos que se ha convertido en un objeto de diseño), La isla negra. Leedlos, os lo repito, fiaos.
Ahora por fin también Tintín tiene su merecida versión cinematográfica. Las aventuras de Tintín: el secreto del unicornio es una película de animación en 3D para niños y «menos niños» creada con la sofisticada técnica de la captura del movimiento: actores de carne y hueso (y en este caso, además, famosos) han recitado su papel provistos de unos sensores conectados a un ordenador. De esta forma el ordenador ha «capturado» una imagen simplificada del actor -su versión dibujada- transformándolo en un personaje digital que ejecuta exactamente, casi con la misma naturalidad, los movimientos del actor. El efecto es sorprendente: nos parece ver a los personajes de Tintín tal y como los había imaginado Hergé, claramente dibujados, pero que se comportan y se mueven como verdaderas personas. Gracias a esta técnica, después los escenarios en los que se desarrolla la aventura no tienen límites: la historia comienza en un mercadillo de Bruselas para trasladarse en medio del océano y después al desierto, en Medio Oriente e incluso -retrocediendo en el tiempo- a bordo de un galeón asaltado por los piratas, que persiguen el misterioso tesoro de Rackham el Rojo.
Pero ya basta. Mejor no contar la historia, eliminaría todo el placer de la aventura. Y además ¿cómo se puede hablar de una película? No hay nada como verla. De hecho, mi consejo es sólo éste: id a ver Las aventuras de Tintín: el secreto del unicornio y llevad a vuestros hijos o nietos. Podría ser la forma más sencilla de dar a conocer este fantástico personaje a los chicos de hoy que después -quien sabe- tal vez tengan ganas de leer sus historias en los comics. Y lo mismo os digo a vosotros, si todavía no lo conocéis.
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