Va al contenido

CINE

60 años, pero no lo parece

Fulvio Fulvi
15/09/2011 - Publicado en Alfa y Omega

En el verano de 1951, comenzó a rodarse la primera película de Don Camilo, con guión tomado del libro de Giovanni Guareschi. Quienes participaron en aquel rodaje rememoran curiosas anécdotas. Así lo recoge el diario italiano Avvenire

La primera toma no se olvida nunca. Nos imaginamos Brescello, donde, hace 60 años, comenzó el rodaje de Don Camilo. El equipo encabezado por el director Julien Duvivier invadió el pueblo, en la zona baja de Reggio Emilia, el 7 de septiembre de 1951, para permanecer allí durante un mes. Comenzó una pequeña revolución que llevó a la leyenda a aquel pequeño pueblo de agricultores y barqueros en las orillas del Po.
La película recaudó, en 1952, inesperadamente, más de mil quinientos millones de liras, un éxito que llevó a Peppino Amato y Angelo Rizzoli a invertir dinero para cinco películas más, también a partir de novelas de Giovanni Guareschi (la última quedó inacabada por la muerte de Fernandel, el actor que encarnaba al sacerdote). Todas las películas fueron rodadas aquí, caso único en la historia del cine italiano (y quizás del mundo): una toma repetida, en definitiva, durante 14 años. Y todavía hay, en el pueblo, quien recuerda bien el sonido agudo del listón en la pizarra, que marcó el inicio de una saga extraordinaria en celuloide.

Inspirado en el verdadero párroco
Entre los testigos del evento, está Víctor Gianelli, durante medio siglo sacristán en Santa Maria Nascente, la parroquia de Don Camilo. Entonces tenía 16 años, y era el campanero. Me encuentro con él en la iglesia, mientras regaña a un grupo de visitantes, que charlan delante del crucifijo parlante (ahora colocado en una capilla lateral), olvidándose de que se encuentran en un lugar sagrado. A sus 76 años, Gianelli todavía tiene el espíritu de un hombre joven. «Usted ya sabe, cuando sirves a Dios, siempre hay mucho que hacer», dice, mientras me acompaña a la sacristía. «Ya ves, aquí Fernandel se ponía la sotana y no se la quitaba en todo el día, hasta que no terminaba el rodaje». El actor francés también fue respetuoso con el verdadero párroco, don Sante Manfredini, recuerda el sacristán, que llamaba al actor mi semejante. Lo miraba con atención, tal vez para robar algunos secretos comerciales para su uso posterior en el set.
¿Y usted, Gianelli, participó en la película? «Sí, como la mitad de Brescello, también yo participé, porque se ganaban mil liras por día, y 1.500 si se trabajaba por la noche. Yo tocaba las campanas cuando me lo indicaban y llevaba mensajes corriendo de arriba abajo por el pueblo». Porque entonces no existían los teléfonos móviles... La mente de Gianelli está todavía llena de recuerdos: «¿Se acuerda de la escena de la procesión del Crucificado para la bendición del río? Se tuvo que rodar una docena de veces, porque el perro que tenía que seguir a Don Camilo por las desiertas calles del pueblo, no quería. Se quedó allí sin dar un paso». ¿Y entonces? «El director tuvo la idea de esconder bajo el manto de Fernandel una ristra de salami». Y, por fin, el perro lo siguió.
Y Gino Cervi (actor en el personaje del alcalde, don Peppone), ¿qué tipo era? «Simpatiquísimo, uno de nosotros, ¡un auténtico emiliano! [de la Reggio Emilia] Él quería hacer la parte del santurrón, y se molestó cuando se enteró de que tendría que sustituir a Guareschi, en el papel de Peppone, considerado secundario», a la vista de que el escritor no tenía mucha experiencia como actor.

Este Don Camilo tiene cara de caballo
Pero, ¿quién le hubiera gustado a Guareschi, como intérpretes de los dos personajes que inventó? En una carta de agosto de 1951, dirigida al productor Angelo Rizzoli, escribió: «Dondequiera que vaya, me encuentro con personas que se sorprenden conmigo, y a veces incluso se muestran enfadados por el hecho de que, para el papel de Don Camilo, hubiera sido elegido Fernandel, que será muy bueno, pero tiene cara de caballo. Y las mismas personas, a propósito de Gino Cervi, en el papel del comunista Peppone, afirman que ellas nunca hubieran imaginado un Peppone así, tan guapo y regordete». Pero el escritor, una vez más, se equivocó, como él mismo admitió, con su franqueza habitual, algunos años más tarde: «Si dijera que Fernandel es el Don Camilo que yo veía, estaría mintiendo. Pero es tan bueno que, finalmente, cambiaré de opinión y quizás algún día, cuando piense en Don Camilo, veré la cara y los dientes de Fernandel». Así, de hecho, ha sido para todos.

Otras noticias

  • Página:
  • left-all
  • left
  • 6
  • 7
  • 8
 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página