En el siglo V nada menos, el claustro de Abú Fana en la región del Alto Egipto era famoso, en palabras de una guía de viaje, por su “excepcional esplendor y prominencia”. En el siglo XXI esa grandeza es historia y el monasterio se ha convertido en su lugar es un símbolo de los abusos y la humillación de la que es objeto con regularidad la antigua comunidad cristiana copta de Egipto.
El 31 de mayo de 2008, un grupo de beduinos musulmanes armados con automáticas irrumpió en Abú Fana, destruyendo una capilla e incendiando el huerto del monasterio. Nueve monjes y empleados del monasterio en total resultaron heridos, y otros cuatro fueron secuestrados. “A uno de los monjes secuestrados le rompieron brazos y piernas”, relataba más tarde el abogado y activista egipcio de los derechos humanos Nagib Gabriel.
“Los otros dos fueron atados juntos con cuerdas, colgados de un árbol, y golpeados con fuerza con látigos y palos. Más tarde fueron dispuestos - cabeza abajo y todavía atados juntos - a espaldas de un burro y paseados. Se ordenó además a los monjes que escupieran en la cruz y afirmaran la shahada (el credo musulmán que dice “no hay otro Dios sino Alá, y Mahoma es su profeta”), golpeados cada vez que se negaron, y hasta amenazados con la muerte”.
Dos milenios después de que Jesucristo naciera en Oriente Medio, los cristianos que viven allí sufren a menudo enormemente a causa de su fe.
Egipto es el hogar de la población cristiana más antigua y grande de la región, pero las humillaciones a las que son sometidos son muchas: se les impide construir o reparar sus iglesias, tienen prohibido el acceso a muchos cargos públicos, y son tratados con desprecio cuando piden ayuda a la policía o los tribunales. A consecuencia del ataque contra Abú Fana, el gobierno detuvo a dos hermanos coptos, que fueron recluidos durante 14 meses y liberados sólo después de que el monasterio accediera a “reconciliarse” con los beduinos - es decir, a no presentar cargos contra aquellos que habían atacado realmente el claustro.
Cuando el Presidente Obama habló en El Cairo el pasado junio, observó superficialmente que “entre algunos musulmanes, se da la preocupante tendencia de medir la propia religión según el rechazo a las creencias de otros”. Pero la violencia de Abú Fana no tenía nada de superficial, ni los demás ataques contra los cristianos egipcios, incluyendo la destrucción de un centro cristiano al este de Ezbet Boshra en junio, el incendio de una iglesia copta en Ezbet Basilious en julio, o el saqueo y destrucción de los negocios propiedad de cristianos en Abou Shousha y Farshut el mes pasado. Lo más trágico de la situación de los coptos, sin embargo, es que sólo suponen una fracción de los alrededor de 200 millones de cristianos en 60 países de todo el mundo que se enfrentan a la persecución a causa de su religión.
En Irak, los cristianos de la ciudad Mosul al norte están siendo expulsados por una oleada de violencia que se ha agravado con la llegada de las Navidades. En las últimas semanas, un coche-bomba explotaba en los exteriores de la Iglesia de la Anunciación, se lanzaban granadas contra una escuela católica cercana, y terroristas operando a plena luz del día demolían la Iglesia de San Efrén. Lo que está en marcha, afirma el Arzobispo de Kirkuk, es una campaña de “limpieza étnica y religiosa”. La pasada semana una fuente anónima declaraba a Asia News: “la comunidad cristiana está destinada a morir”.
En China, los cristianos que se niegan a rezar en las iglesias “patrióticas” de filiación pública son sistemáticamente humillados. “Al menos 40 obispos o sacerdotes católicos romanos siguen encarcelados, bajo custodia o han desaparecido”, observa en su informe anual 2009 la Comisión de Libertad Religiosa Internacional de los Estados Unidos. “La Iglesia del Evangelio de Pekín, con una asistencia de 1.000 fieles, fue registrada por funcionarios de cuatro agencias diferentes… La policía local registraba la Iglesia de la Bendición de Chengdu Qiuyu… informando a los empleados de la Iglesia que eran sospechosos de ‘prácticas religiosas ilegales’ y confiscando biblias, libros de himnos y demás materiales educativos”.
En Somalia, al menos 11 cristianos que habían abandonado el islam eran decapitados en 2009 por el grupo yihadista al-Shabaab. Otro converso cristiano era ejecutado en Mogadiscio el mes pasado; cuando se recuperó su cadáver, “mostraba signos de tortura,” según informó el servicio de prensa Compass Direct. “Le faltaban todos los dientes de mordida, y parte de sus dedos estaban rotos”.
A tales horrores se podrían añadir muchos más - en la India, Pakistán, Nigeria, Eritrea, Laos, Corea del Norte, Arabia Saudí. Han pasado más de 2.000 años desde que el ángel de la anunciación se apareciera a los pastores que acampaban en los terrenos próximos a Belén anunciando, “No temáis: porque he aquí que os traigo nuevas de gran alegría.” Pero para millones de cristianos perseguidos, los motivos del miedo son muy reales. Y también por tanto lo es su necesidad de las oraciones y la solidaridad de todos, cristianos y no cristianos, que buscan ser guardianes de nuestros hermanos.
* Columnista del Boston Globe
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