“Lo que corresponde al corazón del hombre no es la riqueza, ni el poder, ni el hombre egoísta, sino el que busca satisfacer su deseo de verdad, justicia y belleza”. Por eso, afirma Giorgio Vittadini, el único modelo de desarrollo posible es el que asume como criterio a la persona. Los errores de la política económica y exterior han hecho emerger con claridad que no son los Estados los que resuelven los problemas. De ahí, el reclamo del Papa a un comportamiento ideal diferente.
El Papa ha dicho que “es urgente cambiar los estilos de vida”, ¿qué significa eso concretamente?
Antes que un comportamiento moral distinto, lo que el Papa reclama es otro tipo de comportamiento ideal. Significa que lo que corresponde al corazón del hombre no es la mera riqueza económica ni el poder, sino todo aquello que corresponde a su deseo de verdad, justicia y belleza. Por tanto, el problema no es maximizar a toda costa un consumo en términos cuantitativos, sino vivir de un modo equilibrado. Es decir, tener un ideal, formar una familia, construir una empresa donde la gente pueda trabajar durante un largo periodo, ocuparse de los demás, por esto cambia la forma de consumir, porque el hombre que tiene un ideal lo usa en función de sí mismo, no simplemente para poseer cada vez más.
Benedicto XVI no tiene problemas para afirmar que el modelo de desarrollo actual ha fracasado, algo que repite también en la Caritas in veritate. Es un problema de perspectiva, ¿por dónde habría que empezar?
En el capítulo V de la encíclica se dice que el hombre es relación, como imagen de la trinidad. Implica revisar la idea misma del capitalismo y llevarlo a su verdadero origen. Contrariamente a lo que decía Max Weber, en el Medievo se tenía una visión ideal del mercader, su voluntad de construir y cambiar, que genera a su alrededor valor económico, ganas de mejorar un producto de forma equilibrada, sin destruir el medio ambiente. Todos los modelos de desarrollo que han pasado por encima del hombre han malgastado montones de dinero y no han conseguido nada; el criterio de desarrollo es la persona, eso es lo que dice el Papa. El modelo chino, que sólo tiene en cuenta el incremento del PIB pero donde la persona no existe, es justo lo contrario.
El núcleo fundamental del pensamiento cristiano en materia social es la subsidiariedad, ¿pero cómo se declina al nivel de la crisis económica global?
Hay algo evidente, y es el fracaso de la idea de que son los Estados los que tienen que hacer frente a los problemas, con medios pacíficos o no. El ejemplo más clamoroso es el intento de acabar con el terrorismo simplemente exportando desde arriba, con armas o con dinero, el modelo de las democracias occidentales. En primer lugar, no se crea un desarrollo y el problema queda sin resolver, en segundo lugar el dinero enviado a los países se convierte con el paso de los años en una ayuda para mantener las dictaduras armadas y la desigualdad. Subsidiariedad quiere decir tener que hacer, antes o después, con los pueblos, quiere decir educar a los pueblos.
¿Hasta qué punto se puede soportar una autoridad global, empezando por las Naciones Unidas, que ejerza con credibilidad una función de “governance” global?
El error de las Naciones Unidas actualmente consiste en considerar como la guinda del pastel a las ONG, a las realidades sociales y religiosas, al voluntariado. Así, nos encontramos con una política, muy parecida a la del siglo XIX, en la que los Estados eran los únicos que tenían relaciones. El caso más notable es el de Oriente Medio, la pretensión de Bush de llevar la paz sin tener en cuenta que allí había un sujeto religioso con una gran presencia; se llegó a destruir ese sujeto religioso. Se mira a Saddam y no se mira a la Iglesia que estaba presente en Oriente Medio; ahora ya no hay un sujeto que lleve la paz. Éste es el error que se comete al considerar el desarrollo sólo al nivel de los gobiernos. Cuando se deja fuera a todos los demás sujetos sociales y morales, como ha sucedido con Aung San Su Ki, no se les considera interlocutores de las Naciones Unidas, porque se piensa que es una pérdida de tiempo.
Nos queda el tema de las injusticias. ¿Cuál es la contribución del pensamiento católico en este ámbito?
El pensamiento católico implica sobre todo una idea de hombre, en eso ha consistido el magisterio de los últimos treinta años. Al comienzo de la Redemptor hominis, se dice que cada hombre es único e irrepetible. La idea de que el hombre sea el centro permite que el catolicismo dialogue con todos los movimientos religiosos o de otro tipo, por ejemplo con los monarcas birmanos, con los discípulos del gandhismo, con los movimientos de derechos civiles en América. Estos movimientos afirman que el rey está desnudo, afirman que si para extraer petróleo hay que contaminar el Golfo de México, no está bien. No me puedo quedar callado si el PIB aumenta un 10% y esto significa que unos se enriquecen y otros no. Te diré que estoy contento porque existe un desarrollo de este tipo, pero hay que compartirlo con los demás. La persona es el único metro para medir los problemas: del agua, de las injusticias, de la pobreza. Don Giussani nos decía: una persona es más importante que todo el universo.
Luego, en las palabras del Papa, se hace referencia a la agricultura. ¿Qué significa hablar de producción agrícola en los países desarrollados?
El problema más grave es la política sustancialmente proteccionista de Europa en el campo agrícola, lo que impide que nazca un mercado sin proteccionismo. Que los países desarrollados dejen morir su propia agricultura sin ocuparse de un desarrollo de la agricultura mundial es algo que los países no desarrollados sienten como un auténtico atentado. En este sentido, Europa está perdiendo mucha credibilidad porque esto significa superproducción para una parte y pobreza para la otra. La idea que queda es decir no a un capitalismo destructivo y sí a un capitalismo participado.
Publicado en Il Riformista
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