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Una antropología cristiana

Ramón Pons
14/12/2010

Estoy todavía conmovido por lo que escuché en la conferencia del pasado viernes, en la Escuela de Minas, sobre la “Operación rescate mina San José 2010 en Chile” a cargo de André Sougarret, ingeniero de minas y responsable de la operación de rescate. Lo que él contó me resulta muy provocador a la hora de afrontar la crisis que estamos viviendo.
André Sougarret es el gerente de la mina subterránea de cobre más importante de Chile, mina “El Teniente” y, a la vez, la mayor del mundo de cobre. En ella trabajan unas 7.000 personas. El día 4 de agosto se enteraron por la prensa del hundimiento de una mina, mina San José, situada a más de 900 km de la suya. Lo comentaron en la reunión de seguridad de la mina, pero era algo que quedaba muy lejos y no parecía demasiado preocupante. Tras dos o tres días se vio que la cosa era más seria y que el rescate de los mineros atrapados no parecía tan evidente. De hecho la mina San José empezó a pedir ayuda. Por este motivo, André y otros responsables de la mina “El Teniente” decidieron formar un grupo y ofrecerse para ayudar. Iban a coger el avión el lunes por la tarde. Sin embargo, ese mimo lunes André recibe una llamada de Presidencia del Gobierno citándole urgentemente esa mañana en Santiago de Chile. En la reunión le dijeron que el asunto de mina San José era de suma importancia, que el presidente quería nombrar un coordinador de toda la operación de rescate, que habían pensado en él y que podía contar con todos los medios. De repente se encontró que ya no era espectador sino protagonista del rescate.
Una vez en la mina San José, lo primero que hicieron fue intentar estudiar la situación para llegar al fondo de la mina en la que se encontraban los 33 mineros por la rampa de acceso. Una rampa de unos 5x5m, por la que podían circular vehículos. Se suponía que los mineros estaban atrapados a unos 700m de profundidad. Cada día informaban dos veces a los familiares de los pasos que iban dando para lograr el rescate, y después informaban a la prensa. Por esa rampa pudieron bajar hasta unos 360m de profundidad, momento en el que se encontraron bloqueada la galería por una pared de piedra. Tras realizar varios estudios pudieron llegar a la conclusión que la caída de un bloque inmenso de roca muy dura de unos 30x120x165m había sido la causa del hundimiento de parte de la mina. Además, ese gran bloque se seguía moviendo por lo que el riesgo de intentar rescatar a los mineros desde dentro de la mina era muy elevado. En ese momento André tomó la decisión de cerrar la mina. A continuación comunicaron a las familias esta decisión lo que ocasionó un gran desánimo.
¿Cuál fue la alternativa? Intentar conectar mediante sondeos con la parte más profunda de la mina en donde se suponía que estaban trabajando los 33 mineros en el momento del accidente. Trajeron la maquinaria para ello. Nueve máquinas se pusieron a perforar en los sitios elegidos. Había que tener en cuenta que una perforación de este tipo, con la maquinaria disponible y con la roca de la mina, podía tener una desviación del 5%. Es decir, que al perforar unos 700m podía haber una desviación de unos 35 o 40 m, lo que podía hacer que no se alcanzase el objetivo. El día 14 tras el hundimiento, el primer sondeo llegó y sobrepaso la profundidad objetivo, 730m, sin encontrar ninguna cavidad. Así se comunicó a los familiares ese día. Esto supuso un nuevo desaliento y un aumento de presión por parte de los familiares, de la prensa y de los mineros de la zona para que se volviera a abrir la mina y se intentase el rescate desde dentro. André y su equipo se mantuvieron firmes en la decisión tomada sobre el cierre de la mina aunque dieron cabida a otras acciones como la propuesta por mineros de la zona de intentar llegar a los mineros a través de otra mina cercana.
El día 17 tras el hundimiento otro sondeo llegó a la zona objetivo y éste sí parecía que había alcanzado una cavidad. Según el protocolo establecido, había que sacar todo el varillaje de perforación e introducir una cámara para poder ver que había al final de la perforación. Cuando sacaron el varillaje, se encontraron con que a la altura de la varilla que debería haber alcanzado la cavidad había una señal de pintura roja. ¡¡Eso significaba que por lo menos había un minero vivo!! También encontraron en esa varilla, bien adheridas a ella, dos cartas que los mineros dirigían a sus familiares. En esas cartas se hablaba de 4 o 5 mineros. Una vez que se extrajo toda la sarta de perforación, y se estaba limpiando, en la cabeza de perforación encontraron un trapo en el que estaba escrito «¡Los 33 mineros estamos bien!». Al leer eso imaginad qué sensación embargó a todo el equipo. André, contándolo el viernes pasado en la conferencia que impartió en la Escuela de Minas, se emocionaba. Inmediatamente se lo comunicaron a los familiares y después a la prensa. A partir de ese momento el rescate entró en otra fase. Se sabía que se podía sacar a los mineros y que sólo era cuestión de tiempo. En un primer momento se dijo que seguramente no podrían sacarlos hasta Navidad 2010.
Empezaron a diseñar alternativas para el rescate. Lo primero suministrarles comida y medicamentos. A continuación luz, teléfono y señal de video. Y prepararse para un rescate largo en el tiempo. Empezaron a trabajar tres máquinas distintas con tres sistemas de perforación diferentes que apuntaban a tres zonas “habitables” de la mina. Eran los llamados plan A, plan B y plan C. Desde el principio, cada acción que se iba tomando tenía su protocolo y su secuencia. De modo que se ganase el máximo tiempo posible. Al final el plan B fue el primero que alcanzó el objetivo y fue por esa perforación por la que fueron saliendo uno a uno los 33 mineros en una jaula metálica. Eso ocurrió el 10 de octubre.
Nos decía André que el era la cabeza visible de un equipo de unas 700 personas que era el que había hecho posible alcanzar el éxito en la operación de rescate. Que nunca en su vida profesional había visto una coordinación semejante entre las personas implicadas. Coordinación que había permitido no despistarse nunca del objetivo que todos tenían delante. Y al mismo tiempo contar con todo aquel que había querido aportar hipótesis razonables. De hecho, una vez de vuelta a su mina de “El Teniente” comentaba con sus equipos de trabajo lo que había sido la experiencia de vivir una coordinación inimaginable y que si algo de este trabajo en equipo se hiciera en su mina ésta sería otra cosa.
Pues bien, el modo de afrontar esta “crisis” de la mina San José me ha planteado algunas cuestiones que creo pueden ser una ayuda para afrontar estos tiempos de crisis.
¿Qué le permitió a André pasar de ser un mero espectador de los hechos a ser protagonista?
¿Qué hizo surgir una colaboración tan preciosa, una coordinación y un trabajo en equipo, insospechados hasta entonces incluso para el ingeniero André?
En un artículo publicado el pasado lunes 13 de diciembre en Páginas Digital, Giorgio Vittadini señala cuál es el criterio de una antropología cristiana: cada hombre, por sí mismo, vale más que el universo entero. Creo que lo ocurrido en la mina San José lo demuestra. Cuando alguien trabaja en virtud de este criterio puede surgir una colaboración y una coordinación insospechadas, que facilitan el logro de los objetivos.
En una entrevista publicada en Huellas de noviembre, el investigador Mauro Ferrari observa: «Si sabes cosas que puedes hacer tú sólo, seguramente no sean demasiado importantes. Aprende a trabajar con otros».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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