Las grandes revoluciones de la historia, ¿son obra de héroes sin mancha, jóvenes y guapos? Lincoln, la película que cuenta cómo fue abolida la esclavitud en los Estados Unidos de América, es una gran lección de historia y, sobre todo, de realismo político. Mientras la Guerra de Secesión desgarraba América durante cuatro años, la enmienda (número trece) a la Constitución que cambió el sentido de la historia, no sólo americana, pasó por un puñado de votos en el Congreso, arrancados uno a uno al partido adversario por lobistas contratados que actuaban a la sombra con insinuaciones de sobornos, corruptelas, chantajes psicológicos.
Quien tira de los hilos de lo que los moralistas de hoy llamarían “basura política” es un hombre gris y larguirucho, un profeta en absoluto desarmado – para conseguir su objetivo no vaciló ante el estallido de la guerra civil cuatro años atrás –, un padre afectuoso e imperfecto, un predicador que incluso en las reuniones de gabinete hablaba con anécdotas y parábolas. Un anciano envuelto en una capa, un religioso (pero agnóstico) visionario que habría querido «caminar por la ciudad en la que caminaban David y Salomón». Pero también un abogado de astucia consumada, un tramposo en el juego político, un hombre sin escrúpulos. En resumen, un hombre complejo, a veces ambiguo. Sin duda, un gran hombre. Alguien a quien da vida Daniel Day-Lewis con una interpretación asombrosa.
Existen dos Steven Spielberg. Al insuperable campeón del cine de efectos especiales se añade otro, desde La lista de Schindler, que decide dar fuerza narrativa y emotiva al cine histórico. Trata sobre todo de educar mediante la memoria. Si alguien espera una película de ferviente y espectacular corrección política o un film trágico como Salvar al soldado Ryan quedará sorprendido. Lincoln es una película teatral, casi enteramente rodado en las oficinas cerradas y ahumadas de la Casa Blanca, y entre los rostros pálidos, duros, feroces o corruptibles de los diputados del Congreso.
Es una historia de rostros intensos (Tommy Lee Jones en el papel del viejo radical contrario a la esclavitud que al final cede, aunque con sufrimiento, a la pragmática táctica de Lincoln) y de diálogos complejos, como si fuera cine de otra época. Spielberg llega a resultar didáctico en su intento de explicar lo sucedido, pero llega también a crear una atmósfera envolvente, donde el drama de la historia representada pasa absolutamente por las decisiones de hombres que a veces son mediocres.
La intensidad es fruto de una opción muy valiente: Spielberg toma la biografía escrita por el Premio Pulitzer Tony Kushner y opta por eliminar todo el contexto para concentrarse en la vida y esencia de Lincoln y su batalla durante unas semanas de nerviosismo e intrigas en Washington, a principios de 1865. Todo lo contrario a la retórica, una lección de realismo político. Pero irresistible, como cualquier film “by Steven Spielberg”.
Lincoln de Steven Spielberg
Con Daniel Day-Lewis, Tommy Lee Jones, Sally Field, Joseph Gordon-Levitt
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