Gladys vino al centro de solidaridad a buscar trabajo a mediados de 2008, enviada de su parroquia de Alcorcón. Era colombiana, licenciada en Biológicas y Magisterio, y maestra nacional en su país durante veinte años. Su marido estaba en España desde 2004 trabajando en una empresa de transportes. Ella decidió venir con su hija de 16 años y su hijo de 14 cuando vio que su hijo necesitaba cada vez más a su padre.
Pero cuando llegaron, la crisis había dejado a su marido sin trabajo, y las cosas no eran un muelle. Juan, el hijo, se rebotó contra su padre y ni le hablaba ni le miraba a la cara; se negó a ir al colegio y se encerraba en su cuarto sin salir.
No podíamos ofrecer a Gladys trabajo en su profesión, por no tener su titulación homologada ni permiso de trabajo, por lo que le ofrecimos entrar en un Curso de auxiliar de Geriatría que habíamos organizado con nuestros propios recursos y con profesorado voluntario para las personas que no tenían acceso a los cursos financiados por la Administración, que requieren permiso de trabajo. Al terminar el curso y obtener su permiso de trabajo le conseguimos una colocación en una residencia de ancianos.
A su marido le colocamos de conductor de un camión, pero se volvió a quedar en paro. Como no teníamos ninguna oferta que le fuera bien y era un hombre grande y fuerte, le aconsejamos ir a Mercamadrid a lo que le saliera, descargando camiones o haciendo otras tareas. Le dimos los horarios de autobuses para estar allí a las cuatro de la mañana, más un bonobús y un chaquetón caliente (estamos en febrero).
Pero seguía el doloroso problema con su hijo. El Centro organizó una Escuela de Padres y acudieron Gladys con su marido. Merche, la profesora de la Escuela de Padres, les puso en contacto con una asistente social de su barrio para ver cómo se podía ayudar a Juan. La hija, Silvia, iba bien en los estudios pero con muy bajo nivel de inglés. Le conseguimos un método audiovisual de inglés para refuerzo en casa.
Gladys padecía y padece el problema tan extendido de los contratos de tres meses, que te renuevan o no. De vez en cuando nos llamaba para saludarlos muy cariñosa o para decirnos que no se lo habían renovado, pero como es una buena profesional de una forma u otra conseguía otro trabajo.
A finales de noviembre de 2011 llamó para decir que se le había terminado el contrato y quedamos en buscarle alguna oferta. Pero cuando la llamamos nos encontramos con que su teléfono fijo estaba cancelado y también el móvil. Preocupados, porque lo último que le puede pasar a alguien que busque empleo es quedarse sin teléfono, decidimos ir directamente a su casa en Alcorcón para ver qué pasaba. Providencialmente nos encontramos a su marido en el portal, con muy buen aspecto. Nos dijo que había cancelado el teléfono fijo para ahorrarse ese dinero y dedicarlo a una academia de apoyo para sus hijos y el móvil lo había cancelado porque a Gladys le habían dado otro teléfono en su empresa. Nos contó que sigue trabajando en Mercamadrid, ahora como hombre de confianza de un asentador de fruta, tiene un buen trabajo. A Gladys le han renovado el contrato en la residencia. Silvia terminó la E.S.O. con muy buenas notas, y está haciendo formación profesional de administrativo. Pero la mayor satisfacción es saber que Juan estuvo yendo a terapia de apoyo psicológico, que ha cambiado totalmente de actitud y está haciendo un módulo de electricista. Se han comprado unas bicicletas y se van a dar grandes paseos juntos.
Durante el año 2011 el Centro de Solidaridad ha acompañado a 467 personas en su búsqueda de empleo y ha cubierto 71 ofertas de trabajo. Además, ha colocado a 249 personas de su bolsa de trabajo, que en la actualidad cuenta con 754 personas. Son 29 las parroquias de Madrid que derivan aquí las solicitudes que les llegan a través de Cáritas.
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