Si pensáramos en la monarquía británica, en la que los discursos de la Corona tienen la hechura del correspondiente primer ministro, podríamos decir que el discurso inaugural de Felipe VI tendría un cierto aire de Tony Blair. En nuestro caso este discurso tiene, desde luego, una naturaleza especialísima: es el más personal del monarca, al inicio de su reinado. No es difícil descubrir que late en todo él la pretensión de ganarse a la gente, a la sociedad española, sobre todo a aquellos sectores que en estos momentos dudan, desconfían o están distanciándose del sistema que él encarna. Y utiliza, con habilidad, un hilo conductor dialéctico, que a mí me ha recordado a Blair.
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