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MUSICA

Schubert, el grito del eterno caminante

Andrea Milanesi
27/09/2012
La portada del CD.
La portada del CD.

«Cuando quería cantar al amor, se trasformaba para mí en dolor, y si luego quería cantar solo el dolor, entonces se convertía en amor. Así, el amor y la pena dividen mi alma…». Intensas palabras de amor las que pronuciaba Franz Schubert (1797-1828), y aunque, a primera vista, podrían parecer una maldición, en cambio, se han convertido en la expresión más íntima de su huella artística.
A la luz de la inexplicable interacción entre estos dos sentimientos - aparentemente contradictorios, pero en realidad complementarios - se puede seguir, de hecho, toda la ruta creativa del compositor vienés, como lo demuestran algunas obras maestras marcadas a fuego por una tensión espiritual devoradora: desde sinfonías a cuartetos, desde obras para piano a composiciones litúrgicas, hasta llegar a las joyas más espléndidas de su enorme producción de canciones (ha escrito más de 600), poemas para voz y piano como los contenidos en los grandes ciclos Die schöne Müllerin D 795 (La bella molinera), Winterreise D 957 (Viaje de invierno) y Schwanengesang D 911 (Canto del cisne).
De hecho, en este último caso no se puede hablar de "ciclo", ya que la colección fue reunida a título póstumo por el editor Haslinger, en pleno apogeo de la conmoción suscitada por la muerte del compositor. Sobresale el hecho de que este forzado compendio resulta potenciado por las bellas melodías que nacen de una poesía elevadamente inspirada, en un vínculo inquebrantable entre palabras y música, que impone un doble y continuo esfuerzo de integración e identificación.
A partir de este planteamiento, se construye la excelente y paradigmática lectura ofrecida por el barítono Matthias Goerne y el pianista Christoph Eschenbach, investigadores de los principios que están en la base de la estética y la espiritualidad schubertiana. El primero, de hecho, ha entendido perfectamente cómo cada pieza requiere el mismo esfuerzo de identificación total que se exige al protagonista de una obra de teatro, pero teniendo a su disposición un tiempo muchísimo menor para llevar a escena el mismo complejo universo de sentimientos. Al segundo, en cambio, le corresponde el mérito de percibir su instrumento como un verdadero alter ego de voz, febril y reactivo coprotagonista en una dimensión realmente paritaria en el plano de la comprensión y de la calidad artística de la ejecución.
La confluencia de intenciones se ponen de manifiesto en estas ejemplares interpretaciones "al unísono", en las que destacan el suspiro melancólico de Ständchen (Serenata), el sello dramático de Abschied (Adiós), o la intensa nostalgia de In der Ferne (En la distancia), pero también la fuerza de visionario y soñador de Ihr Bild (Su imagen), de Die Stadt (La ciudad), o de Am Meer (El mar), o la casi impresionista Der Doppelgänger (El doble), todos ellos fieles reflejos de conflictos interiores y preguntas existenciales que Schubert ha confiado a los pentagramas de su Canto del cisne. Páginas de un diario del alma en el que resuena el grito desgarrador, y al mismo tiempo mudo, del “eterno caminante”.

Schubert, Schwanengesang D 911
Matthias Goerne, Christoph Eschenbach
Harmonia Mundi / Ducale (2012)


Artículo traducido por Ángel Misut

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