En París, tras las manifestaciones del 17 de noviembre y del 13 de enero, la gente volvió a salir a la calle el 24 de marzo, Domingo de Ramos. Miles de personas se reunieron para protestar contra las reivindicaciones de una minoría homosexual en cuestiones de matrimonio y adopción.
Familias enteras, adolescentes, jóvenes trabajadores, niños pequeños en sus carritos o a hombros de sus padres, ancianos… El mismo pueblo que se dio cita en las dos ocasiones anteriores. Se repartieron miles de banderas para que esta vez se les viera mejor que en la ocasión precedente, cuando las cifras oficiales eran tres veces menos que las reales. Y se crearon infinidad de cantos para hacernos oír, así como pancartas que algunos llevaban y otros colgaron en sus balcones.
También se instalaron pantallas gigantes para informar de lo que estaba sucediendo y para que todos pudieran ver a las personalidades políticas y religiosas, de varias confesiones, que tomaron la palabra. Esto fue otra novedad: si en las ediciones anteriores lo que saltaba a la vista era el espectáculo de música, cantos y baile, esta vez ha sido un evento más centrado en la política y en la oposición a la ley que tendrá que aprobar el Senado francés esta semana.
También una joven tomó la palabra: «Yo voté a Hollande porque le creí. Le creí cuando hablaba de diálogo, de lucha social y de la posibilidad de un bien para los más débiles. Ahora me arrepiento porque me doy cuenta de que me han mentido».
El diputado Henri Guaino, ex-consejero político de Nicolas Sarkozy, se dirigió así a la multitud: «El 13 de enero eráis un millón. Hoy sois aún más. Esta jornada pasará a la historia y se recordará en el futuro, cuando más de un millón de personas gritaron a una sola voz: “¡Basta!”». Luego se dirigió a Hollande: «Señor presidente, usted trata de que olvidemos su fracaso en la crisis económica y social. El suyo es un grave error moral: deja pasar todo esto con fuerza, pero está violentando a millones de conciencias que no piensan igual que usted. Mire a esta multitud: es una gran armada pacífica pero con determinación».
Sí, con determinación. Muchísimos jóvenes implicados como voluntarios en el servicio de orden, distribuyendo banderas y folletos, recogiendo dinero para los gastos de la manifestación… Me impresionó mucho verlos, igual que las otras veces. Todos eran conscientes de que estaban viviendo un momento histórico. «¿Pero tú viniste a la última manifestación?», le pregunté a un chaval de cara angelical: «Claro». «¿Y por qué estás otra vez aquí hoy? ¿No te parece que no sirvió para nada? ¿No te has desanimado?». «¡Claro que no! Yo creo en esto, y creeré hasta el final. Estoy aquí para afirmar la verdad. Y cuanto más siga el gobierno en nuestra contra, más ganas tendré de luchar por la verdad. Hasta el fondo y cada vez más». Gracias, chaval.
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