Nadie esperaba este resultado cuando, al terminar de hacer el video, lo enviaron a Italia para participar en el concurso teatral que cada año organiza la Fundación dedicada al autor de Pinocho, Carlo Collodi. Para sorpresa de todos, han ganado ellos, los chicos de la escuela Little Prince de Nairobi, en Kenia. El pasado 30 de mayo, el director, Anthony Maina, acudió a recoger el primer premio en representación de todos los actores y participantes en la puesta en escena de Pinocho, desde los niños de la guardería hasta los alumnos de los niveles superiores de ese lugar que parece una pera en medio del barrio de Kibera, un slum con casi un millón de habitantes, entre los más grandes del mundo.
El camino que llevó a la Little Prince hasta este premio empezó en el año 2000, cuando esta escuela todavía era un simple centro de apoyo escolar en colaboración con AVSI. Siete años después, la Little Prince es una escuela a todos los efectos, un oasis en el corazón del slum. Ladrillo visto, cañerías amarillas, un techo azul y un jardín muy cuidado, donde los chicos pueden tomar cierta distancia de la dura realidad de los barracones en que viven.
El taller de teatro nació en el año 2004 y todos los niveles participan en él, hasta los niños más pequeños que se dedican a construir el escenario. El primer espectáculo que pusieron en escena fue, obviamente, El principito. A partir de ahí, no han parado: Peter Pan, El león, la bruja y el armario, El mago de OZ y, por último, Pinocho.
Pero en la Little Prince el teatro no es una extraescolar más, explica Anthony: «Es un método. Los niños lo aprenden y luego lo aplican en las demás materias, desde las matemáticas hasta la gramática. Es un lugar privilegiado donde se forma la personalidad y el carácter de cada uno de ellos». Así aprenden a expresarse, sacan lo que llevan dentro. «El teatro es una forma de educar. No es algo marginal, y se integra a la perfección con todas las demás materias», continúa Anthony: «Con la experiencia teatral, los chicos cambian, se sienten protagonistas, y es distinta su manera de estar en clase». Así fue con Alex, nueve años, introvertido y tímido, con una situación familiar complicada. Cuando le propusieron hacer de Peter Pan, floreció. Lo cuenta Maina: «Empezó a sacar buenas notas, a estar más atento en clase, a expresarse. Ahora es otra persona».
El taller de teatro se ha convertido en el emblema de la escuela, reconocida en todo el slum. «Gracias al open day», explica el director: «Los padres de los niños, pero también los hermanos, los amigos, todos quieren verlo y participar». Aquí, todos los niños tienen la posibilidad de expresarse y sacar a la luz todo su potencial, para construir algo hermoso. Eso es lo que han visto, gracias a Pinocho, los jueces que otorgan este premio.
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