¿La integración de los gitanos? Difícil, pero no imposible; requiere un cambio por parte de todos: tanto a Europa –afectada por nuevas intolerancias y discriminaciones– como a los gitanos, que deben esforzarse para construir un futuro diferente a partir del respecto de la ley y la educación de sus hijos.
Una vez más, Benedicto XVI ha elegido el camino del realismo cristiano, un valioso antídoto ante la ideología buenista o intolerante, y ha acogido en el Vaticano a los representantes de varias etnias gitanas europeas. La primera audiencia de un Papa a los gitanos no se puede narrar sólo con palabras. Hay que hablar de la música con la que Benedicto XVI fue recibido en el aula Pablo VI: dos mil gitanos al ritmo de las notas que salían de los violines, las guitarras y los acordeones para homenajear al Papa y a su primer –y de momento, único– beato, Ceferino, asesinado hace 75 años durante la guerra civil española por defender a un sacerdote. Fue Juan Pablo II quien proclamó beato a Ceferino, un mártir del “rosario” porque no dejó que le quitaran la corona ni siquiera en el momento de morir.
Ceika Stoika fue la encargada de evocar una historia dolorosa –el holocausto de los gitanos–. Ella sobrevivió al campo de exterminio nazi de Auschwitz. Es una anciana gitana, austríaca, que llora al arrodillarse ante Benedicto XVI. «Es un drama todavía poco reconocido y del que se desconocen las proporciones –dijo el Papa–. La conciencia europea no puede olvidar tanto dolor. ¡Que nunca más vuestro pueblo sea objeto de vejaciones, de rechazo y de desprecio! Por vuestra parte, buscad siempre la justicia, la legalidad, la reconciliación, y esforzáos por no ser nunca causa del sufrimiento de otros».
Benedicto XVI recorrió la historia compleja y dolorosa de los gitanos y les exhortó a no perder la oportunidad que se les ofrece hoy en una Europa que reduce las fronteras y considera como riqueza la diversidad de pueblos y culturas. Señaló que escribir una nueva página de la historia del pueblo gitano exige esfuerzo y colaboración con las instituciones: viviendas y trabajos dignos y sobre todo escolarizar a los hijos constituyen las bases para una integración no sólo necesaria para los gitanos, sino para toda la sociedad.
Los frutos del trabajo de los empleados y voluntarios que han acompañado a las delegaciones gitanas con el Papa muestran que la integración es posible, sin ocultar las muchas dificultades que aún perviven en ambas partes. Cuando un joven gitano de Roma, reconociendo los errores de un cierto estilo de vida nómada, hablaba del rechazo sistemático de los empresarios cuando leen en su currículum que su lugar de residencia es un «campo nómada», Benedicto XVI no ocultó la decepción en la expresión de su rostro, y explicó la razón al empezar su discurso, haciendo suyas las palabras de Pablo VI en una visita a un campo nómada en 1965: «Vosotros no estáis en los márgenes, sino en el corazón de la Iglesia». El beato Ceferino demuestra que se puede ser buen cristiano –respetuoso con los mandamientos, honesto y generoso– y mantener la identidad gitana.
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