(…) Cuando se habla de “Nueva Evangelización”, hay que hablar primero de Evangelización. Hay tres razones que nos invitan a evangelizar. El primer motivo de evangelización es Cristo, es nuestra relación con Cristo, que nos invita a escuchar su Palabra y escuchando su Palabra ir a todas las naciones haciendo discípulos. No hay evangelización que no se origine, que no surja de una relación muy fuerte, esencial, decisiva, con la persona de Jesucristo. El evangelizador es un hombre o una mujer que están aquí por el amor de Cristo.
La experiencia que él vive con Cristo le pone en una postura de anuncio, de testimonio. Por lo tanto, la primera razón de evangelizar es el encuentro con Cristo. (…)
La segunda razón por la que uno se hace evangelizador es nuestra unión con en la Iglesia. En la Evangelii Nuntiandi, el Papa Pablo VI, después del Sínodo sobre la Evangelización, dice de una manera discreta, pero muy significativa, que la Iglesia ha sido hecha para evangelizar, la razón de ser de la Iglesia es la evangelización. Por lo tanto hay que salir de la tentación de ser cristianos entre nosotros, de una manera de guetorización. La Iglesia es dada como signo de salvación en la espera de los que no están aún en su seno, en ella.
La tercera razón de la evangelización es el mundo. Santo Domingo rezaba para que los pecadores se convirtieran. Cuando evangelizamos miramos el mundo, a los hombres y mujeres. Todo hombre y toda mujer están hechos para Cristo, para encontrar a Jesucristo. Viendo los dramas, las dificultades, las tragedias, de los hombres y mujeres que conocemos y que no han tenido una experiencia de salvación en Cristo, nosotros somos invitados a ser testigos del Evangelio.
Estas tres razones son fundadoras del proceso misionero: Cristo, la Iglesia y el mundo.
El Papa Juan Pablo II, es el primero que ha utilizado, ha inventado, la expresión Nueva Evangelización. En Novo Millennio Ineunte en el n° 40, evocaba el paso a un nuevo paradigma. Nos encontramos en una era post constantiniana, donde la Iglesia ya no es la postura englobante de la sociedad.
“Ha pasado ya, incluso en los Países de antigua evangelización, la situación de una «sociedad cristiana», la cual, aún con las múltiples debilidades humanas, se basaba explícitamente en los valores evangélicos. Hoy se ha de afrontar con valentía una situación que cada vez es más variada y comprometida, en el contexto de la globalización y de la nueva y cambiante situación de pueblos y culturas que la caracteriza. He repetido muchas veces en estos años la «llamada» a la nueva evangelización. La reitero ahora, sobre todo para indicar que hace falta reavivar en nosotros el impulso de los orígenes, dejándonos impregnar por el ardor de la predicación apostólica después de Pentecostés”. (…)
El objetivo de la evangelización es de permitir a cada hombre de entrar en contacto con Cristo y de hacer la Iglesia todavía más apta para transmitir de manera persuasiva y comprensiva el Evangelio de salvación. Pero esta misión coextensiva a la vida de la Iglesia será “«nueva» no en los contenidos, sino en el impulso interior, abierto a la gracia del Espíritu Santo, que constituye la fuerza de la ley nueva del Evangelio y que renueva siempre a la Iglesia; «nueva» en la búsqueda de modalidades que correspondan a la fuerza del Espíritu Santo y sean adecuadas a los tiempos y a las situaciones; «nueva» porque es necesaria incluso en países que ya han recibido el anuncio del Evangelio”. (Benedicto XVI, homilía en la solemnidad de los Santos apóstoles Pedro y Pablo, el 28 de junio 2010)
Un doble desafío justifica la nueva evangelización. Un desafío “externo”: la urgencia de un nuevo anuncio de la fe, en un contexto de secularismo, de relativismo y de pérdida de memoria cristiana. Un desafío interno: la exigencia para la Iglesia de encontrar sin cese su identidad y su estructura misionera.
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