Rara vez te encuentras con un artista sin que su obra sea el tema central de la conversación, y es todavía más raro pasar un rato con dos artistas en la misma sala sin hablar de su visión personal o de su talento, sino de las figuras que les han precedido. Etsuro Sotoo y Makoto Fujimura, que han visitado Nueva York para participar en el encuentro anual del International Art Movement, han hablado con Huellas de la inspiración y de la compañía con la que recorren su camino en busca de la verdad y la belleza.
Sotoo es desde 1978 escultor de la catedral de la Sagrada Familia de Gaudí, en Barcelona, que será consagrada por el Papa Benedicto XVI el 7 de noviembre de 2010. Fujimura, fundador del IAM y presidente del Consejo Nacional de las Artes de 2003 a 2006, comparte con Sotoo muchas intuiciones y expectativas de su camino creativo, en último término un camino de fe para ambos.
Etsuro, ¿qué fue lo que le animó a convertirse al catolicismo durante su trabajo en la Sagrada Familia?
Quería entender a Gaudí, pero por mucho que lo estudiaba no llegaba a comprenderlo a fondo, siempre faltaba un último paso, sin el cual no podía seguir trabajando, porque tenía que realizar proyectos de los que Gaudí no había dejado indicación alguna (ni siquiera los había empezado). No había ningún dato que me pudiera ayudar y eso me preocupaba mucho, me preguntaba cómo podría dar ese paso final que me acercase a Gaudí; luego me di cuenta de que el problema no se podía resolver mirando a Gaudí. Entonces decidí mirar en la dirección hacia la que él miraba y así, cuando menos lo esperaba, sucedió de manera imprevista algo maravilloso: sentí que Gaudí había entrado en mí, y yo en él. En otras palabras, cuanto más miraba a Gaudí, más me costaba acercarme a él; pero cuando empecé a mirar lo mismo que él miraba, increíblemente nos convertimos en una sola cosa. Para mirar adecuadamente en la misma dirección que Gaudí hace falta tomar su misma posición, es decir, la fe.
Makoto, la creación artística le ha llevado al cristianismo. En concreto, la belleza de los materiales que usa...
Lo que me ha llevado al cristianismo ha sido también una especie de frustración conmigo mismo, tal vez por mi incapacidad para expresar lo que quería. Por otra parte, está el hecho de que los materiales tienen una belleza intrínseca y una luz que no les doy yo, me sentía humillado por estas preciosas obras Nihonga (pintura japonesa tradicional). Sabía que se adaptaban a mi forma de expresarme y mejoraban mi capacidad de comunicar algo que siempre había deseado expresar. También sentía que no había en mi corazón un paradigma que me permitiera aceptar la extravagancia de esa belleza, pero me convencieron.
Cuando habla de extravagancia, no se refiere necesariamente al precio de los materiales, ¿no?
Los materiales Nihonga son caros, se trabaja con azurita, malaquita y oro, y eso se nota en lo que cuesta, pero no es sólo una cuestión de precio. Cuando miras el agua y ves su belleza, en algo tan simple, te das cuenta de cómo el corazón se ha alejado de la belleza. Entonces te sientes indigno porque entiendes verdaderamente qué es el agua. Pero yo no he llegado a esto de repente.
¿Le ha inspirado alguien?
Sí, la obra y la persona del pintor francés Georges Rouault me ha influido mucho. Me atraen muchas cosas de su trabajo, como el hecho de que eligiera todo tipo de temas, también dolorosos, para sus cuadros, pero todos, especialmente los marginados, eran representados como elegidos por Dios para que la luz se manifestase en las tinieblas. Creo que Le Christ dans la banlieue es una de las principales obras maestras del mundo.
Esta relación con Rouault es la que ha dado vida a su exposición “Soliloquios”.
Sí, me di cuenta de que cuando buscas la verdad y la belleza te sientes solo, pero lo que yo creía que era un soliloquio en realidad no lo es. Su eco a través del tiempo acompaña a otros, y de aquí nacen los “soliloquios” plurales. Para mí es una compañía inestimable, en mi trabajo y en mi vida. Desde el primer momento en que entré en la casa y el estudio de Rouault sentí que él era como yo. Entendí cómo el espacio en que vivía le inspiraba, cómo cuidaba sus herramientas, qué veía por la ventana...
Etsuro, en sus intervenciones usted también dedica siempre una cierta atención al espacio en que vivía Gaudí, a la habitación en la que secaba las flores, plasmaba las plantas en arcilla y dormía.
Todo eso habla de la humildad del hombre en el trabajo. Un artista sólo puede ser grande si es verdaderamente humilde, si sigue a otro. En el caso de Gaudí, sería la Naturaleza, signo de la creatividad de Otro.
Makoto, en su libro Refractions: A Journey of Faith, Art, and Culture, afirma que el camino del artista para creer en el paraíso puede generar obras que reflexionen sobre la esperanza en el paraíso y que eso a su vez puede permitir a otros hablar de “la posibilidad redentora”.
El arte en general puede permitir cualquier cosa. Abre una puerta, abre una ventana. Se trata de un viaje, de un encuentro. Partes de un lugar, vagas a través de la vida, ves cómo deambula la gente, y yo creo que Dios nos da la posibilidad de verificar que hay algo distinto además de este mundo gris, de esta realidad “de 9 a 5 en horario continuado” en que la gente se siente atrapada. Es lo que yo entiendo. Desde que creo en Dios y soy fiel a Cristo, me parece que esta certeza me permite también ser más audaz que otros frente a la realidad, que es la que posibilita el arte. Y no hablo sólo del arte cristiano, me refiero a todas las expresiones humanas: la música, el arte, la danza, el teatro. Hay algo en la naturaleza humana que nos hace desear expresar la esperanza y descubrir cosas nuevas. Algo que nos empuja más allá de nosotros mismos. Creo que lo más interesante es que en nosotros existe esta dicotomía entre el ahora y la eternidad, entre el cielo y la tierra, pero que en realidad estas conexiones son reales e inmediatas. Y yo sé, obviamente, que nosotros ahora estamos aquí, pero hay algo en el arte que abre, que lleva a pensar en la realidad presente como en la eternidad.
San Pablo decía: “Ahora vemos como a través de un espejo, de manera confusa”. ¿El arte es ese espejo?
Sí, en cierto sentido es como una ventanilla quizá, un poco más transparente porque nos esforzamos en comunicarnos con los demás. Nuestra esperanza es poder llegar a hacer un pequeño agujero que nos permita observar la realidad que está detrás.
Recientemente, usted ha dicho en una conferencia que para un japonés la belleza es más importante que el amor.
Sí, en la lengua y la cultura japonesas el amor no tiene la misma connotación que en la sociedad occidental, es sobre todo una emoción. En Occidente es más racional, lo cual también es un problema. La definición bíblica implica un sacrificio: ágape, eros. Es una definición completa del amor, pero en todas las culturas hay alguna laguna. En América es o demasiado sensual o demasiado racional. Lo que los japoneses han articulado muy bien es el hecho de que la profundidad de la realidad lleva en sí misma esta belleza. Es una concepción cultural, así que si quieres comunicar el Amor de Dios a un japonés, te dirá: “Es hermoso”. Y si le quieres comunicar la Belleza de Dios, te dirá: “Es obvio”. Es lo que yo veo en Bach, en Rouault: la Belleza.
Etsuro, a usted le maravilló la sensibilidad de Gaudí hacia la belleza. ¿Cuándo se dio cuenta de que él era distinto de otros artistas no cristianos?
Cuando me di cuenta de que Gaudí no era sólo un genio de la arquitectura. Al empezar a trabajar en la Sagrada Familia, a nadie le gustaba demasiado Gaudí, le consideraban medio loco; nadie apreciaba su genialidad, mucho menos en Cataluña. Pero después de veinte años, y llevo ya 32, nadie piensa ya que Gaudí estuviera loco. Hoy se le reconoce como genio arquitectónico, pero sin clasificarle. Y es que Gaudí no era sólo un arquitecto, era un arquitecto que creaba gente, creaba una sociedad humana, creaba el futuro.
¿Era un arquitecto que reconocía a Otro?
Sí, y por eso se le conoce como arquitecto de Dios. Quería trabajar como instrumento de Dios.
¿Hay diferencia entre un artista que crea arte desde la fe y uno que no reconoce la fuente de la belleza?
Sí, porque, como decía Gaudí, la belleza es el esplendor de la verdad. El arte sin la verdad no es bello. El arte sin el amor no es posible.
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