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Primavera, Invierno, A un amigo, Fragmento

Boris Pasternak
18/10/2011 - Algunas poesias de Boris Pasternak
(versión de César Astor)

La primavera

Primavera. Vengo de la calle
donde el álamo esta maravillado,
donde se asusta la lejanía,
donde la casa tiene miedo a caer,
donde el aire es azul
como el envoltorio de la ropa blanca
del que ha sido dado de alta del hospital.
Donde la noche está vacía
como el relato interrumpido
que una estrella dejó sin terminar,
para perplejidad
de miles de ojos ruidosos,
sin fondo y carentes de expresión.

1918

El invierno

Oprimo la mejilla contra el embudo
del invierno, enroscado cual caracol.
«¡A sus sitios! ¡Quien no quiera,
que se aparte!»
Murmullos, ruidos, el trueno de una barahúnda.
«Es decir, ¿en “El mar está revuelto”?
¿En un relato,
que se enrosca cual cordón compresor,
donde se ponen en cola sin prepararse?
Es decir, ¿en la vida? Es decir,
en el relato
de cuán inesperado es el fin? ¿Sobre la risa,
el jolgorio, la confusión y las prisas?
Es decir, ¿que es verdad que se agita la mar
y se aquieta sin preguntarle al fondo?»
¿Eso esto el zumbido de las conchas?
¿Es el cotilleo de cuatro mosquitas muertas?
¿Arma estruendo la tapa de fuego
cual si hubiera reñido con su sombra?
Se elevan los suspiros de la boca,
en torno miran, y al punto… a llorar.
Y corren carretas con negro ronquido,
y en nube muy blanca galopa un audaz.

1913, 1928

Hay que vivir sin imposturas
(versión de Gabriel Barra)

Hay que vivir sin imposturas
Vivir de modo que con el tiempo
Nos lleguemos a ganar el amor del espacio,
y oigamos la voz del futuro.
Hay que dejar blancos
En el destino y no en el papel
y en los márgenes anotar
Pasajes y capítulos de la vida entera.
Debemos sumirnos en el anónimo
Y ocultar en él nuestros pasos
Tal como se oculta el paisaje
Tras una niebla espesa.
Otros siguiendo tus huellas, frescas
Recorrerán tu camino palmo a palmo,
Pero tú mismo no debes distinguir
La derrota de la victoria
No debes renunciar ni a una brizna de ti mismo.
Tú debes estar vivo.
Solamente vivir
Hasta el final.

A un amigo

¿Acaso yo no sé que hundida en las tinieblas,
jamás a la luz llegaría, la ignorancia,
y que soy un monstruo, y que la dicha de cien mil
no me toca más que la falsa felicidad de cien?
¿Y acaso yo no me ligo al quinquenio,
no me caigo y levanto con él?
Pero, ¿qué voy a hacer con mi caja torácica,
y con lo que es más rutinario que toda rutina?
No está bien que en los días del gran consejo,
en el que las plazas se han dado a la pasión suprema,
se deje la vacante del poeta:
ésta es peligrosa, si no está vacía.

1931

Fragmento
Yo he amado también, y el aliento
del insomnio, temprano, temprano,
desde el parque bajaba al barranco,
y en tinieblas,
salía en volandas hacia un archipiélago
de calveros cubiertos de niebla felpuda,
de menta, de ajenjo y codornices.
Y allí acrecentaba su peso el amor,
me embriagaba cual ala que toca el disparo,
caía en el aire, temblaba de fiebre,
y como el rocío cubría los campos.
Allí me encontraba la aurora. Hasta las dos
brillaban riquezas del cielo infinito.
Los gallos, entonces, temían las sombras.
Trataban de ocultar sus temores,
mas de sus gargantas salían bombas de fogueo,
y el espanto les daba una voz de falsete.
Se apagaban las constelaciones. Como hecho de encargo,
por el claro asomaba un pastor
con cara de apagaluces de saltones ojos.
Yo he amado también. Y ella, por ahora,
quizás viva aún. Pasará algún tiempo,
y algo grande, cual otoño, un día
(tal vez no mañana, más tarde,
cuando sea)
se encenderá sobre la vida como un resplandor,
apiadándose de la espesura. De la luz de los charcos,
que se mueren de sed como ranas. Del temblor leporino
de los prados, cuya oreja recubre la estera
de hojarasca del año anterior. Del ruido,
que semeja un falso oleaje de vida pasada.
Yo he amado también, y lo sé: lo mismo que campos mojados
vemos siempre al comienzo del año,
cada pecho mantiene en su fondo
un febril amor a mundos nuevos.
Yo he amado también, y ella aún vive.
y lo mismo, patinando en tempranos comienzos,
permanecen los tiempos,
y se esfuman detrás del instante.
Esta linde es hoy, como antes, muy fina.
Como antes,
el pasado remoto parece reciente.
Como antes,
apartado de los testimonios,
enloquece el ayer, simulando ignorar
que no es ya nuestra casa de hogaño.
¿Es esto Posible? ¿Es decir, que, en efecto,
el amor no es durable, sino que se aleja
durante toda la vida
cual tributo de asombro al instante?

1916, 1928

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