Me gustaría contaros mi experiencia en las vacaciones de los bachilleres en Picos de Europa porque me ha impresionado la intensidad de vida que he visto estos días en los chicos y chicas que he conocido. Se trata de la vida, esa es la fascinación de estas vacaciones que tienen también una forma original: no en un hotel sino en tiendas. Es la vida de un campamento lo que me encontré al llegar, con las características y los tiempos propios de un campamento.
Lo que llama la atención en la vida allí es que cada uno es llamado a responder con su libertad a la presencia de Cristo que le sale al encuentro dentro de la realidad, que de todas las formas posibles llama a la puerta de su corazón. Han sucedido multitud de expresiones de este ser protagonistas, que no es salirse de la norma sino responder con toda mi humanidad a la propuesta que Cristo es: cada mañana, un chico o una chica contaba el trabajo que estaba haciendo sobre la vida y las preguntas que le surgían, la lectura de una poesía de Baudelaire, la representación de una obra de teatro o la discusión sobre la ley del aborto. Son algunas de las diversas modalidades con las que vivir como protagonistas. Los juegos y los cantos han sido formas concretas donde verificar el vasto horizonte de la propuesta cristiana. Ha sido el factor añadido de estas vacaciones, que un chico o chica no espere a ver si le viene bien o no sino que se implique totalmente, poniendo en juego su libertad, siguiendo todo lo que se les propone durante las vacaciones, porque todo apunta a la propuesta que se le hace para su propia vida. Las vacaciones implican, interesan, porque expresan ya una sobreabundancia de vida, no es que sean un reclamo para vivir.
Hasta el servicio de cocina, que prestan un grupo de universitarios y algunos adultos, expresa esta sobreabundancia de disponibilidad hacia los otros, con una atención y un compromiso que son admirables porque nacen de un amor que, haciendo su trabajo, crece.
El fruto es una armonía en la vida del campamento que ninguna organización sería capaz de generar. Es la presencia de un factor añadido que convierte cada momento en la ocasión de comprometerse con las preguntas propias de la vida. Es una fuerza ideal que hace que la vida en el campamento no consista en un conjunto de iniciativas sino en un desafío para buscar lo que es esencial para vivir.
El momento más significativo y apasionante de mis vacaciones con los bachilleres españoles fue la marcha que hicimos desde Caín para llegar a los lagos de Covadonga. Doce horas de marcha pasando dos noches en sacos de dormir a cielo abierto. Una experiencia de gran valor educativo, como se vio tanto en la ayuda que todos, profesores y estudiantes, se prestaban mutualmente para llegar a la meta, como en la alegría que sientes cuando ves cumplida la fatiga del camino. Lo que impresiona de esta experiencia, no lo crees si no lo ves, es la certeza que mueve a estos chicos, una certeza, que como dijo monseñor Jesús Sanz en Covadonga, se apoya en la conciencia de que el destino están ya en el camino, y lo cumple porque nos mueve ya a cada paso con su compañía. Esta marcha ha sido una experiencia única, como el rasgo distintivo de unas vacaciones con un desafío físico donde vibran todos los desafíos de la vida, el desafío a apoyarlo todo en la presencia de Jesús.
Gianni
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