Lunes 23 de enero, Portofranco (Milán), asamblea de responsables de GS. Después de cantar Hombres nuevos, Alberto Bonfanti nos desafía a intervenir poniendo sobre la mesa nuestra experiencia y nuestras preguntas.
Ataca Michele contando cómo, ante una enorme dificultad escolar, ha sido esencial su relación con una amiga de la que poderse fiar para afrontar esa circunstancia con serenidad. Luego Filippo pregunta cómo no dejarse llevar por el ocio y de qué modo el encuentro con estos amigos puede convertirse en algo totalizante.
Después le llega el turno a Giuseppe: «El año pasado conocí a una chica de la que me “ennovié”. Con ella todo ha sido siempre precioso, pero nuestra relación dio un vuelco después de un episodio sucedido en las vacaciones de GS. En la asamblea hablé de ella, y al final una amiga me escribió un mensaje en el que me desafiaba a vivir la relación más libremente, no de una manera cerrada, centrándonos totalmente en la relación entre nosotros dos. En el momento no hice mucho caso a lo que me decía pero más tarde fui al open day de la escuela de mi novia y me di cuenta de que simplemente viéndola cómo explicaba la exposición o hablaba con profesores y amigos empecé a pensar en ella de una forma inesperadamente distinta. Entonces me vino a la mente aquel mensaje de mi amiga y comprendí que estaba experimentando esa libertad de la que ella hablaba».
Entonces intervino Alberto, el responsable: «Has encontrado algo verdadero, tú sabes que mirar de ese modo a tu novia te corresponde, y eso será siempre verdad, porque algo es verdad solo cuando lo vives, no porque alguien te lo diga».
Luego Piero salió al micrófono y dijo: «Después de un fin de año fantástico, fui de vacaciones con mi comunidad, pero volví a Milán muy enfadado por cómo habían ido. Me daba la sensación de que no éramos amigos de verdad. Me preguntaba por qué estaba en una comunidad que no me ayudaba. Pero el viernes fui al raggio y me llamó la atención que algunos vinieran a contarme cómo habían vivido ellos las vacaciones. Entonces me sentí mirado y querido, se volvieron tan amigos como los que habían pasado conmigo el fin de año».
Le siguió Guglielmo, que contó cómo el encuentro con un amigo no había conseguido quitarle la melancolía y la tristeza que estaba viviendo, pero sí le había aportado una serenidad con un punto de alegría a la hora de afrontar las cosas.
Y, por último, Tommaso. Contó una cena con amigos de la que salió muy herido, porque se dio cuenta de su mezquindad. Le bastó la pregunta de un amigo. «Durante aquella cena», explicó Tommaso, «no miré la belleza y la verdad de las palabras de mis amigos, sino solo mi miserable intento de querer ser mejor que ellos. Caí en la cuenta volviendo a casa, cuando uno de ellos me preguntó sencillamente por qué había querido ir con ellos».
Entonces, ¿qué encierra esta compañía? ¿Cómo pueden estos chicos hablar de una fascinación tan grande? Una compañía que aparentemente no parece tener nada de especial, un grupo de chavales como cualquier otro, pero donde realmente hay algo más. Algo que empezamos a descubrir.
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