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Un disidente que tenía «hambre de significado»

Angelo Bonaguro
21/12/2012
Havel y el arzobispo Duka.
Havel y el arzobispo Duka.

Cuando habla de Václav Havel, su antiguo compañero de prisión desaparecido el 18 de diciembre de 2011, el cardenal Dominik Duka deja a un lado la diplomacia para dar espacio al recuerdo afectuoso: «No tengo las competencias necesarias para hablar de él como un dramaturgo... Puedo hablar de mi amigo Václav, el organizador de la “autogestión carcelaria” y de gestos de caridad clandestinos que supo alternar con el mundo del teatro y del arte».

El uno, Duka, es arbobispo de Praga. El otro, Havel, fue el primer presidente de la República Checa.
Cuando se conocieron en la cárcel de Plzen-Bory, Havel ya era famoso en la disidencia checoslovaca y extranjera. Nació en el 36 en una familia acomodada y vinculada al mundo de la cultura y de la política, no pudo terminar sus estudios de humanidades a causa de sus «raíces burguesas». Tras la invasión soviética del 68 comenzó a exponerse con análisis críticos de la realidad socialista que le costaron la hostilidad del régimen. En 1976 fue uno de los fundaadores de la iniciativa civil Carta 77, poco después se unió al “Comité para la defensa de los injustamente perseguidos”, creado para ayudar a las víctimas de la represión y a sus familias. Havel terminó en la cárcel en el 79 precisamente por implicarse en estas actividades.
Por su parte, Jaroslav Duka trabajó como operario y entró clandestinamente en la orden dominica (oficialmente suspendida), donde asumió el nombre de Dominik. Consagrado sacerdote en el año 70, en 1975 se le retiró el permiso estatal para oficiar y empezó a trabajar en la fábrica Skoda de Plzen. Al mismo tiempo, seguía clandestinamente la formación de los novicios dominicos, lo que le costó el arresto y la condena en el mismo periodo en que Havel y otros disidentes estaban en Bory. «Era el 17 de febrero del 82 – recuerda el purpurado – cuando me encontré entre “políticos”, “activistas religiosos” y “adversarios ideológicos”... Havel era una autoridad, pero hasta entonces nunca le había visto en persona. Un día un detenido me dijo: hay un tal Havel que quiere hablar contigo... Parecía una persona muy tímida». Allí empezó su amistad.

El diálogo entre Duka y Havel tocó también cuestiones filosóficas y religiosas. Havel mantenía contacto epistolar con algunos amigos filósofos – en su mayoría cristianos – para los que recogió las reflexiones que meditó durante aquellos diálogos en una quincena de cartas que llamó «El santuario». Cuando Duka salió en libertad, le pidió que se pusiera en contacto con Neubauer, uno de sus amigos filósofos, para que escribiera una introducción a las cartas que se difundieron durante la disidencia y que constituyeron el primer núcleo de las Cartas a Olga. Neubauer escribió que Havel no tenía mucha familiaridad con el cristianismo, pero después de los encuentros con Duka le surgió una gran curiosidad de mirar más allá de aquel umbral de misterio en el que siempre se había detenido, y entendió que el actuar humano está relacionado con la trascendencia.
En el «Santuario», Havel habla de la existencia del yo «arrojado al mundo» y capaz de entrar en relación con el Ser que la ha dado origen: «Con la llegada de la humanidad... nació el milagro del sujeto. El misterio del yo, el enigma de la libertad y la responsabilidad». Para el disidente, el hombre se caracteriza por su «irrefrenable necesidad de ir más allá de los horizontes contingentes», animado por un «hambre de significado»: «Se podría decir que el yo es precisamente esta búsqueda de significado, del sentido de las cosas, de las acciones, de la propia vida, de sí mismo». El hombre «tiene ante sí dos alternativas: buscar un modo de vivir que le permita estar en contacto con el Ser (...) y así aceptar para siempre el mundo como si fuese una puerta entreabierta hacia el Ser; o puede alejarse del Ser».
«Un mundo que se ha dejado llevar por la crisis de la integridad del hombre, por la crisis del mundo interior, por la crisis del sujeto como tal», constituye la «experiencia de la pérdida de la relación con el Ser: (...) que todo sea o no perdido depende exclusivamente del hecho de que yo esté o no perdido».

En 2001, poco antes de su muerte, Havel volvió a encontrarse con Duka en una entrevista televisiva donde recordaron aquella convivencia suya: «Durante la gimnasia obligatoria en el patio, entre un ejercico y otro, tú hacías breves reflexiones – bromeaba Havel en un hilo de voz que casi se le rompía –, ¡no todos son capaces de predicar haciendo gimnasia!». «Tú sin embargo – le replicó Duka – te hiciste un rosario anudando los cordones de las botas... Debo reconocer que desde entonces no he vuelto a tener tanto tiempo para hablar de cuestiones filosóficas y teológicas».
Este año Duka celebrará una misa de sufragio por el presidente Havel, así es recordado en la conciencia popular y sobre eso también bromeaba: «Noto que la gente no sabe cómo dirigirse a mí, algunos dicen “señor presidente” o “señor ex presidente”, otros dicen “señor Havel”; cualquier día me encuentro a alguien que me llama “señor ex Havel”...».

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